
Recuerdo a mi madre -creo que ya he tenido ocasión de comentarlo- llamándome abogada de pleitos pobres, cuando sacaba la cara por mis hermanos ante una injusticia. Igualmente en mi paso por la universidad, dejé la estela de no conformarme con aquello que consideraba no se atenía a la coherencia y lo que me trajo algunos problemas, que al final pude solventar.
Esa postura no es cómoda, pero sentarte con los brazos cruzados y aceptar que nada puede cambiar es patético, además de aburrido y tedioso.
Ahora, en esta etapa de mi vida, sigo rebelándome. Utilizo los medios a mi alcance, incluido éste que estáis leyendo, para decir que no hay muerte más muerte que el conformismo. El ser humano necesita avanzar, necesita progresar. Es como esa crisálida a la que le ha llegado el momento en que el caparazón le queda pequeño porque se ha transformado en mariposa, y tiene que salir. Si no, ¿qué destino le queda? Estar aprisionada vegetando hasta quedar seca....
Sin rebeldía no hay libertad. Y sin libertad la vida no es más que un recorrido circular, en vez de un camino.
Cada día que amanece se puede convertir en una oportunidad más para poder cambiar algo. No hablo de grandes cosas, de macrobjetivos, sino simplemente intentar poner el foco sobre las pequeñas injusticias que nos rodean, empezando por aquellas que nos afectan.
Tengo el convencimiento de que acabaré siendo una yayaflauta, de esas que veo, con ternura y admiración, en las puertas de las entidades bancarias, reivindicando y denunciando.
Ya se sabe, genio y figura....
Sed felices
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