domingo, 25 de diciembre de 2016

El sentido de la Navidad

Domingo y, además, Navidad.

Sé que muchos de vosotros, queridos lectores no celebráis estas Fiestas, ya sea porque no creéis en ellas o, simplemente, porque no están en vuestra cultura.
 
He de confesaros, por mi parte, que el conmemorar la noche pasada y el día de hoy no es tanto por considerarme cristiana, que lo soy (¡ojo!, no católica), como para encontrar una fecha en la que parecemos coincidir espiritualmente muchos de nosotros.


Ya he tenido la ocasión de contaros que en mi familia la tradición navideña está muy arraigada y siempre relacionada con momentos felices. Incluso la primera en la que no estuvo mi padre, que adoraba la Nochebuena, todos los hermanos la celebramos con más fuerza y en honor a él, como lo hizo él en honor de su madre.

Es cierto que van quedando huecos, pero también es verdad que se van supliendo por aquellos que llegan. En esta ocasión  mi nueva nieta, que hoy cumple su primera semana de vida, ocupó su lugar en brazos de sus padres. Y ha sido una felicidad inmensa.

Quiero y deseo creer que Martina, junto con Leyre, se sentarán  siendo dos mujeres también un día de Nochebuena y recordarán a su abuela Elena y lo que disfrutaba con los villancicos, con
cocinar ricos platos y amar con todas sus fuerzas la vida.

Para mí ese relevo en la felicidad es el verdadero sentido de la Navidad.

Sed felices.

lunes, 19 de diciembre de 2016

"No sé leer"

Volvía  a mi casa el pasado sábado toda contenta e ilusionada. Había estado declamando mis poemas en la inauguración de la exposición  en la galería ARA ARTE (absolutamente recomendable) y había tenido un gran éxito a la vista de los libros vendidos de Momentos de arena y hielo.

Como una no vive en la capital, el uso del transporte público se convierte en una excursión en la que tengo que hacer varios transbordos. En el último de ellos, una mujer joven, que por su acento y aspecto me pareció de etnia gitana y que empujaba un cochecito de niño,  me preguntó qué línea tenía que coger para llegar a una determinada estación. Yo le señalé el directorio, pero ella, con una espléndida sonrisa me contestó: "lo siento, princesa, pero no sé leer".

La casualidad hizo que yo llevara esa misma dirección y así se lo transmití, invitándola a que me acompañara. Durante todo el recorrido su afán por no perderme entre los pasajeros que pululaban por los pasillos era casi angustiosa. Por fin, llegamos a su destinos, el andén contrario al mío, y nos despedimos: "Adiós, princesa, que suerte encontrarla, dios la bendiga", me dijo, manteniendo su sonrisa.

El resto de mi periplo me sirvió para reflexionar sobre el tesoro que sigifica poder leer y escribir. Nos lamentamos de aquellos que no pueden ver físicamente, pero el no ser capaz de interpretar los símbolos que suponen las palabras, sus significados, nos colocan en una auténtica ceguera social.

Dice un refrán castellano que Dios da mocos a quien no tiene pañuelo. Que pena, mis queridos lectores, que no seamos conscientes de nuestra propia fortuna al haber podido acceder a una alfabetización y una educación; qué lástima el poco aprecio que le damos y cuanto lo desperdiciamos por falta de uso.

Por que es eso y no otra cosa lo que nos permite ser independientes y no perdernos por los pasillos infinitos de la ignorancia y de la manipulación. Es, en resumen, lo que nos permite ser libres.

Sed felices.



sábado, 10 de diciembre de 2016

Idiota, imbécil, estúpido: insultemos con propiedad

Somos una sociedad en  la que el insulto está a la orden del día. Bast con dar una vuelta por la redes sociales para comprobar con que facilidad protan las descalificaciones personales, así como las alusiones mal sonantes hacia los progenitores de aquellos que son el punto de mira. Mi teoría es que somos una sociedad cabreada persistentemente y que encontramos en ciertos lugares anónimos la parcela ideal para dar rienda suelta a nuestras frustraciones.

Al hilo de esto traigo a colación, mis queridos lectores, una referencia a un artículo que he leído acerca de tres insultos que aunque utilizamos como sinónimos no lo son y que me gustaría comentar con vosotros (al fin y al cabo enseñar al que no sabe no deja de ser una obra de caridad). Me refiero a idiota, imbécil y estúpido.

Idiota significa, así lo dicen los que saben de etimología,  ignorante. Parece ser que proviene del griego idiotes, que hacía referencia a aquel que ignoraba o era inexperto en algún campo. Este vocablo pasó al castellano a partir del siglo XII a través del francés.

Imbécil hacía referencia, en principio, al débil físicamente que necesitaba bastón (in baculi) para caminar. Luego por extensión pasó esa flojedad al espacio mental.

Para terminar, estúpido significa asombrado, estupefacto (se ve la misma raíz etimológica), alguien que se queda pasmado ante un hecho o una situción.

En fin, ya que somos una sociedad con el insulto fácil  por lo menos que lo sea  con propiedad y con cierto conocimiento de causa: se puede ser maleducado sin ser inculto ¿verdad?

(NOTA: este post ha sido escrito sin referencia alguna a persona o personaje. Cualquier relación con la realidad es mera coincidencia)


Sed felices.

domingo, 4 de diciembre de 2016

El libro, un regalo vivo.



Para muchos de nosotros los libros son objetos tan cotidianos como los cepillos de dientes o las servilletas. Nos rodean y conviven en nuestro espacio vital desde que somos capaces de recordar.

Primero como cuentos de hadas o de aventuras. Luego con los clásicos que vienen cargados de preguntas a responder en los exámenes. Más tarde, ya adultos, llenos del placer de la lectura por la lectura. Pero no para todos esto es así. Para algunos el libro es un total desconocido, por decisión propia o por simple carencia de medios en acceder a él, ya sean económicos o sociales.

Es una pena que esto ocurra. No solo porque es cierto que en los libros se encierra una gran sabiduría, sino porque son una herramienta inigualable para llenar un tiempo con nosotros mismos. En la acción de la lectura se encierra, sin lugar a dudas, una relación que no tiene la contemplación o disfrute de otras artes u otras actividades. Entre el libro y el lector se genera una intimidad casi de pareja, en la que el tacto de las páginas o de la cubierta de convierte en algo sensual.

Estamos en unas fechas en las que tenemos la costumbre de intercambiar regalos. Sin lugar a dudas los libros tendrán su protagonismo al pie del árbol o junto a los zapatos que esperan a los Reyes magos. Me gustaría, queridos lectores, que se vieran  los libros  como enlaces con otras personas, con otras culturas, con otras vidas; que intenten encontrar en ellos pequeños microcosmos en los que habitan seres especiales, tocados por un don: ser capaces de transmitir sentimientos parecidos a los que cualquiera puede sentir en un momento determinado o ante una experiencia vital importante pero a través de la belleza de la palabra. Me gustaría, queridos lectores, que se viera el libro como un regalo vivo.

Los libros nos hablan de la vida para, quizá, poder comprenderla un poco mejor.

Al fin y al cabo ¿qué es la vida sino un libro que escribimos cada día?
Pedid libros, regalad libros.

Sed felices.