sábado, 28 de mayo de 2022

Volver a donde nunca nos fuimos

 Ayer, mis queridos lectores, estuve participando en el III Festival de poesía Algarabía en el emblemático café LIBERTAD 8


. Hace dos semanas también estuve recitando en El Escorial, y el próximo día 1 presentaré mi nuevo libro de poemas, pórtico de la firma en la Feria del libro de Madrid el día 3.

Poco a poco vamos volviendo  a la normalidad literaria, esa que tanto hemos echado de menos.  Porque aunque escribir siempre es gratificante, cuando falta el contacto humano, ya sea de lectores o de compañeros, te sientes sola.

Treinta meses han pasado desde mi última presentación, que fue el libro de poemas PAPELERA DE RECICLAJE,  en diciembre de 2019. Toda un pléyade de eventos me esperaban en ese 2020 en torno a ese libro que, sin embargo, solo pudo tener su nido en redes.

Pero todo empieza y todo acaba, y ahora, con la luz de la primavera de 2023 se vuelven a abrir los eventos literarios y el encuentro con todos los que encontramos en la palabra un camino, una justificación, la emoción y el sentimiento.

Es parte de mi que escucha y gusta de ser escuchada, esa parte de mi que se vacía a traves de los verbos, de los adjetivos, de los versos o de las historia, se siente emocionada y agradecida por poder haber vuelto tras esa negra travesía de la pandemia.

Porque esasí, porque hemos vuelto a ese lugar del que nunca nos fuimos, aunque nuestro cuerpo físico no estuviera.

Es sábado, luce el sol y estamos vivos. Gracias.

domingo, 22 de mayo de 2022

Cuestión de genes

Todos los días amanecemos con noticias, bulos y chascarrillos que nos llegan del proceloso mundo politico. Quienes vivimos en Madrid solemos aterrizar con esas frases dignas de pasar a los anales de la Historia de nuestra presidenta. También causan estupor todo lo que nos llega de la ultraderecha. Después, en los cafés y sobremesas se comenta cómo y de qué manera pueden recabar tanta cantidad de votos, y los que nos quedan. 

Si bien es cierto que para quienes nos hemos situado en eso que llaman izquierda es incomprensible ver cómo programas sin contenido o, lo que es peor, que recortan derechos que han costado mucho en tiempo y vidas conseguir, son apoyados sin ambages, subidos al carro de la demagogia más aplastante, no faltan razones. Porque aunque cueste entenderlo, sí,  si somos un poco observadores, mis queridos lectores, podremos darnos cuenta de que no es otra cosa , en mi opinión,  que una cuestión de genes. Voy a poner un ejemplo. 

Me cuenta un compañero que tiene un amigo que siempre ha sido votante socialista. Pero ahora ha cambiado su voto a VOX (¡¡¿¿??!!). Sí, el asombro el total. ¿Cuál puede ser la razón de este recorrido ? Pues simple y llanamente porque es taurino y la izquierda está en contra de la Fiesta de los toros.  Aún no siendo cierta esa afirmación, yo tengo compañeros y compañeras socialistas que les gustan los toros, ¿es eso razón suficiente para apoyar a un partido fascista, homófomo, xenófobo y todas las demás fobias que queramos buscar? Sí, digo, porque está en los genes.

Nuestros genes son egoístas, miran por nuestro propio bien, olvidando el de los demás. Como escuché decir a un conocido "coach" provenimos en una gran mayoría de aquellos que en las batallas se quedaban en la retaguardia, de los que robaban la comida, de los que delataban a  sus vecinos para salvar la vida. Los otros, los valientes, generosos y leales morían las más de las veces en aras de sus ideales: la Historia está llena de ejemplos.

Solo la educación en valores  ha ido moldeaando, en algunos casos, esa tendencia nuestra a mirarnos el propio ombligo. Mirada que se vuelve aún más descarada en épocas de crisis, en las que "el sálvese el que pueda" aparece como motivo en muchos de los casos.

Egoísmo y miedo, un tandem que funciona de maravilla, aún cuando no sea cierto y se acabe siendo la víctima propiciatoria de lo que se está apoyando: no importa que comer raíces, como el anciano de la fábula, pero son "mis raíces" y no voy a tolerar que la izquierda venga y me las robe, aunque me prometa pan.

Es muy difícil pelear contra las emociones nacidas de las tripas, sobre todo en una sociedad en la que se echa de menos el criterio, la duda y el debate, y en la que la mentira, la amenaza y el retroceso se han convertido para muchos en bandera.

Mientras, aquellos y aquellas que optamos por la libertad, la igualdad y la justicia seguimos,aún con alguna flaqueza a veces. Al fin y al cabo lo nuestro ya es, también, 
una cuestión de genes.

Sed felices.

domingo, 8 de mayo de 2022

Todos y todas somos "lo público"

Nadie puede discutir que la realidad en la que vivimos ahora ha cambiado sustancialmente, y que el factor de la pandemia ha hecho aflorar problemas que antes de marzo de 2020 parecían afectar  solo a ciertos sectores.

España se ha visto inmersa en la crisis más grave sucedida desde la Guerra Civil,  y al igual que  un terremoto abre grietas, mostrando el interior de la tierra, así este virus las ha abierto en canal nuestro sistema público, mostrando sus carencias, básicamente en la gestión sanitaria, educativa y de servicios sociales.

Que el virus atacara de una manera alevosa e inesperada en su rápida propagación, ha puesto de manifiesto las debilidades en que se encontraba el sistema público de Salud en general y el madrileño en particular. Durante años, un erróneo sistema de gestión privada, fundamentada en una rentabilidad económica ha ido esquilmando de recursos, materiales y humanos, cuyas consecuencias hemos podido constatar con UCI’s colapsadas, falta de respiradores, escasez de personal sanitario, plantas hospitalarias cerradas.  Las primeras semanas de la pandemia fueron un caos y una tragedia con resultado de muerte, que había sido anunciada desde hacía años por colectivos sanitarios, con poco éxito.

También esta crisis sanitaria  puesto de manifiesto problemas en los centros educativos públicos, los primeros  en tener que ser cerrados para controlar la propagación del contagio en un principio. El exceso de ratios por clases, la falta de recursos y de espacio, el ajuste presupuestario hace que el futuro de la reincorporación de los niños y niñas a los centros escolares se muestre lleno de negros nubarrones. También este área ha sido víctima de los recortes durante años, denunciados por el profesorado, las familias, los municipios.

Qué decir de las residencias de mayores, que han sido lo sujetos de una tragedia que  se ha llevado por delante a casi veinte mil personas, que en ocasiones fallecieron de una manera muy alejada de ser digna. Residencias que han adolecido de la suficiente supervisión en un momento que nos ha desbordado a todos y todas. Por no hablar de la dependencia, también mal gestionada, con un alto coste en calidad de vida de sus usuarios y familiares.

No es el momento de reproches ni de señalar a los culpables: sabemos quiénes son, y desde cuándo. Es el momento de reconocer que los servicios públicos son los únicos que garantizan un estado igual y justo, un estado de derecho que nuestra Constitución avala, porque son capaces de llegar a todos y todas independientemente de su renta.

Por eso han de protegerse, para que nos protejan a todos. Su gestión debe ser controlada, revisada, inspeccionada por las administraciones competentes, para que los recursos públicos de los que se nutren sean utilizados tal y como están establecidos, huyendo de la posibilidad de considerar lo público como negocio, porque  su rentabilidad se ha de medir en la mejora que ocasiona en la vida de la ciudadanía, no en el balance de resultados de una empresa gestora.

Tenemos que entender de una vez que los servicios públicos son un escudo que ha de recibir todos los medios necesarios de financiación y personal para que, si se diera de nuevo  el caso, la respuesta pueda ser mucho más rápida, efectiva y menos dolosa que esta que nos ha traído el Covid19.

En esta “nueva normalidad” corrijamos aquello que nos ha hecho tan vulnerables, y cimentemos fuertes y seguros los pilares del Estado de Bienestar.