domingo, 31 de mayo de 2020

PANDEMONIUM


Aquellos que hayan leído EL PARAÍSO PERDIDO  de Milton sabrán que Pandemonium se refiere a la capital del Infierno, así llamada por el autor. Pero esa palabra de origen griego tiene otras acepciones, entre ellas la de ruido, confusión, jaleo. Y todas me sirven para el argumento de este artículo.
 
Porque el panorama político al que nos enfrentamos desde hace varios meses está lleno de ruido, de broncas, de estruendos verbales por una parte de la sociedad jaleada por los políticos y medios de la derecha ya ultra,  que convierten el día a día en un agotamiento de intenciones. Esto unido al calor de la canícula que se nos aproxima, más parecido al del Averno, nos da la fórmula perfecta del Pandemónium.

Una cree que por experiencia ya ha visto de todo, o de casi todo, respecto a situaciones en las que las alianzas, los pactos y las movilizaciones a izquierda y derecha de los partidos sitúan cada encrucijada política. Nada más lejos de la realidad.  Creo que a todos nos han movido los límites y nos está costando separar la realidad de las ambiciones, de los delirios y de la falta de rigor de muchos.

¿Qué ha sido de las ideologías? ¿Dónde de hemos dejado los valores y los principios? ¿En qué momento la información pasa a ser solo titulares a golpes de clic? ¿Cuándo la verdad se reduce a  mínimo grupo de caracteres?

Hay tanto ruido, tantas voces altisonantes que impiden el simple hecho de elaborar un pensamiento, una idea, que una parte de la sociedad ha optado por no pensar. ¿Para qué? Es mejor asumir aquellas ideas que te dan ya precocinadas en los microondas televisivos, o en los libelos  sin importar que estén requemadas, manipuladas o revenidas. Si cuadra se compra, aunque ponga en peligro la salud de los conciudadanos o sea jalear la caída del Gobierno es una situación tan complicada como la que tenemos.


Ya no existe la VERDAD. Existe esa  hija bastarda del Pandemonium llamada  POSVERDAD, que distorsiona y retuerce palabras y hechos para conseguir modelar la opinión pública. Así nos están vendiendo los inútiles y mediocres la forma de hacer política y así nos están llevando a quienes creemos que la sociedad se merece justicia e igualdad a las mismas puertas del Infierno a base de chantajes de apoyos por sillones.

Al igual que Ulises ante los cantos de sirena hemos de atarnos al mástil de la sensatez. No debemos caer en el escepticismo de que la política es un nido de aprovechados, que no anteponen el mensaje de las urnas a los intereses personales.

El pasado diciembre un partido ganó las elecciones, y es el que tiene que gobierna en una coalición de progreso, acordando, sí, pero preservando aquello por lo que le votó una amplia mayoría de electores. Todo lo demás y no me cansaré de decirlo no es más que la distracción de malos prestidigitadores a los que cada vez más se les ve las cartas en la manga, el conejo en la chistera y la inutilidad en sus acciones. Todo, eso sí, aderezado por un insoportable ruido.

(Ilustración  Pandemonium, de John Martin. Museo del Louvre).

lunes, 25 de mayo de 2020

Miedo a salir de casa

Hoy, en Madrid, entramos en una nueva fase de desescalada. La llamada FASE 1, que nos va a permitir una de las cosas más deseadas: poder reunirnos las familias que desde hace dos meses nos vimos separadas por ese enorme abismo microscópico llamado COVID-19.

He hablado con amigas, con amigos, conocidos, y en algunos casos existe un cierto miedo a salir de casa. Por una parte me parece lógico, dado ciertas escenas que hemos podido ver estos días de atrás, en los que, a pesar de las recomendaciones sanitarias, muchos y muchas se lo han saltado a la torera. La verdad es que nos cuesta, nos cuesta, cumplir las normas.

No obstante, y siempre en  mi opinión, y como casi todo en la vida, no debemos restringirnos a nosotros mismos la posibilidad de recobrar esa "nueva normalidad" porque otros tengan un comportamiento inadecuado. Si hemos llegado hasta aquí, tenemos que confiar en que podemos avanzar. En mi caso cumpliré con aquello que de mí depende, hasta ahí puedo llegar.

Entiendo que haya casos como el de un compañero que es transplantado, y cuya medicadión, los inmunodepresores, le ponen en mayor riesgo. Habrá personas en esta situación o con alguna otra patología, pero los que hemos llegado sanos (creemos, porque con es asintomatología no sabemos), los que hemos llegado, digo, tenemos que traspasar la barrera psicológica de eso que se llama síndrome de la cabaña.

No hace falta ser muy lumbreras, queridos lectores, para saber que aquellos que han vivido con más miedo al contagio, tendrán ahora más miedo a salir de ese espacio seguro que es el hogar. No obstante, tenemos una estrategia: ni culpabilizar ni sentirnos culpables por sentir una cierta angustia, si somos, por ejemplo, población de riesgo.

La sobreinformación tampoco ha ayudado. Tanta ha sido, y en ocasiones tan confusa que mucha gente asume esta desescalada con mucha desconfianza no solo hacia las demás personas, sino también hacia los responsables sanitarios y políticos. Entonces, no nos extrañe, que el miedo suplante a la necesidad de volver a relacionarnos.
 
No poder abrazar, ni besar, ni saludarnos... Encontrarnos sin los rostros queridos de los amigos y de la familia porque se encuentran ocultos tras una mascarilla no va a ser fácil, no...

Pero lo lograremos.

Sed felices.

domingo, 17 de mayo de 2020

Una dictadura os daba yo

Recuerdo, como si fuera ayer, ciertas escenas que se repetían en mi casa a la hora de comer.

Mi madre y los cuatro hermanos comíamos juntos; mi padre no,  pues su trabajo le obligaba a hacerlo fuera de casa. La mayoría de las veces las comidas transcurrían sin mucha novedad, aunque en ocasiones se producían algunas protestas ante el menú que no era del agrado de los pequeños comensales. Como podéis suponer, mis queridos lectores, sucedía, sobre todo, cuando había verdura. Ante el rifirrafe, mi madre nos miraba uno por uno y sentenciaba: "una guerra os daba yo y pasar hambre".

Esta frase no contenía una maldición maternal, pobrecita mi madre, sino  que señalaba una situación en la que de ninguna manera nadie, nadie, hubiera protestado a la hora de comer. Lo hacíamos, precisamente, porque no teníamos necesidad sino capricho.

En estos último días me he acordado, haciendo un símil, de esta situación, cuando he visto las imágenes y escuchado a ciertos, ciudadanos, políticos y periodistas hablar de que estamos en una dictadura "democrática" (el oximorón es de órdago). Versionando la frase de mi madre les diría: "una dictadura os daba yo y no tener libertad".

Porque la situación que hay en la actualidad en España y una dictadura se parecen, dicho por los castizos, como un huevo a una castaña. No hace falta nada más que darse una vuelta por los periódicos de la derecha para leer ya no falsedades, que haberlas, como las meigas, hailas todos los días, sino las opiniones más descarnadas y crudas contra el gobierno. El mismo hecho de poder  decir que se está en una dictadura es ya un hecho de que esa situación no es real, sino una parafernalia de desgaste antidemocrático al gobierno.

Las escenas que vemos en  ciertos barrios de Madrid son como las que hemos visto en Cataluña, que en los dos lugares estás alimentadas por un nacionalismo trasnochado, insolidario y  alentadas por la misma burguesía, nueva "aristocracia" implementada desde el siglo XIX, cuyo caciquismo de apellidos compuestos de rancio abolengo no soporta que vengan a decirles lo que se puede o no hacer y consideran que la patria o la bandera son suyas  por la gracia de Dios.

En la Guerra Civil había órdenes de no bombardear el barrio de Salamanca de Madrid por parte de los aviones del ejército insurrecto. Allí vivían aquellos que con su capital habían apoyado el levantamiento ilegítimo del 18 de julio de 1936 y que prosperaron durante los casi cuarenta años de dictadura. Ese barrio, ochenta y cuatro años después, quiere tener el mismo estatus ante el confinamiento y la pandemia, como si lo virus entendieran de pedigree borjamari.

No caben razonamiento cuando estamos ante quienes han sustituido la lógica por la rabieta. En su fuero interno, ellos, que son los que han dado siempre las órdenes ,se ven abocados a obedecer a un gobierno de sociatas y comunistas. Su mala suerte estriba en que muchos de los que los vemos y escuchamos sí sabemos lo que es una dictadura, sí sabemos que no estamos en una ahora mismo, y sí estamos dispuestos a defender  la democracia desde  el estado de derecho,  la justicia y la solidaridad.


Sed felices.

(Fotografía Juan Miguel Pardo Barrero. Calle Atocha durante los bombardeos de Madrid)

domingo, 10 de mayo de 2020

EL ALTAR DE PAPEL

Durante algunos años de mi infancia asistí a un colegio de religiosas. En la escalera que subía a las aulas de primaria había un cuadro que representaba el busto de la Inmaculada Concepción de María, en su iconcografía más conocida, la de Murillo.Todas la niñas contamplábamos ese retrato con admiración, pues lejos de tener ese momento devoción, éramos pequeñas, nos atraía poderosamente esa efigie entre principesca y maternal.

En la capilla, sin embargo, se encontraba una imagen, que aunque las monjas nos decían que era de la misma persona, divina, pero persona, a la sazón María, la madre de Jesús, su aspecto era muy triste, con una lágrima perlada que le brotaba de uno de sus ojos. Era la Virgen de los Dolores, de luto riguroso por la muerte de su Hijo.

Bien, pues la sensación de ver hoy la portada de El Mundo ha sido la de estar conmplando una simbiosis de ambas advocaciones marianas: la Inmaculada Concepción Dolorosa de María. Pero en vez de la madre de Cristo´, la representada en la primera plana del periódico, es la presidenta de la Comunidad de Madrid, que ya ha subido a los altares hagiográficos de la imaginería de la derecha.

Supongo que al no haber habido procesiones en Semana Santa, el Partido Popular habrá pensado en montárselo por su parte y sacar de paseo este invento. Verdadaderamente, cuándo creíamos que Casado y sus disfraces habían agotado nuestra capacidad de asombro, aún se puede dar una vuelta de tuerca.

El significado simbólico  de la portada está claro, digno del propio Panovsky: es un altar. Isabel Salvadora de almas de autónomos, bares y pequeños negocios; Isabel mártir de la izquierda y Pedro Sánchez; Isabel que nos lleva a todos los madrileños en el corazón cubierto por sus manos acogedoras. ¡Tela, marinera!

Es hora de dialogar, nos decimos los progresistas y ofrecemos diálogo. Los partidos de izquierda no deben hacer campañas señalando lo nefasto de la gestión de  la pandemia en Madrid, tenemos que ser constructivos... Pero, ¿es posible resistirse ante la tamaña manipulación de esta portada? Porque, en el fondo, es una provocación distractoria que a sus palmeros conmoverá pero que resulta más falsa que la foto de Casado en el baño.

Por cierto, el entrecomillado quiere ser dramático, pero si cada semana un negocio cierra en Madrid, significa que han cerrado ocho, lo cual en estas circunstancias es milagroso y señala una resistencia sin precedentes en el sector. Nada si lo comparamos con los datos sanitarios de Madrid.

 Madre mía, queridos, lectores, esto cada vez se parece más a un esperpento.

Es domingo, luce el sol, y seguimos caminando. Me quedo con eso.

domingo, 3 de mayo de 2020

La mirada de mi madre

Recuerdo como si fuera ahora mismo la última mirada de mi madre.

Un domingo como hoy, pero de otoño. La mañana también era soleada, y aunque cada vez era más difícil comprender lo que quería decir, sus ojos brillaban cuando me miraba.

Mi madre y yo no tuvimos una relación fácil. No sé si por mi caracter tan fuerte, midecisión o mi rebeldía. O tal vez porque ella estaba llena de miedos.  Durante mucho tiempo la eché en cara que por su debilidad me había arrebatado parte de mi infancia, haciéndome responsable de tantas cosas que yo entendía no me correspondía.  

Mi madre era muy guapa, guapísima. Me encantaba ver como se arreglaba para salir, sus vestidos, sus zapatos de tacón, que yo soñaba con ponerme algún día. Pero mi madre siempre estaba preocupada por todo. Sobre todo por sus hijos -tuvo cuatro-, a los que adoraba. Mi madre era una gran profesional como madre, pero la vida le daba miedo, y ese miedo interfirió muchas veces en nuestras relaciones.Tuve que madurar para entenderlo. Tuve que tener hijos para comprender lo difícil que es en ocasiones la maternidad, difícil y desagradecida. No hay nada ante unos hijos, aunque a veces los hijos lo olvidamos. 

Fueron esos últimos años de la vida  de mi madre, aquellos en los que poco a poco su mente se iba nublando cuando ese amor recíproco se abríó paso definitivamente. Al final, nuestro lenguaje se hacía visible a través de las manos, esas manos tan suaves, que me acunaron, cuidaron y consolaron.

No hay un solo día que no eche en falta a mi madre. No es una necesidad física, ni egoísta. Es ese sentimiento de tener aún a quien te alumbró, añorar el que te llamen  "mi hija", con una sonrisa de oreja a oreja.

Hoy es el Día de la Madre, un año más, pero diferente. Mis hijos me han felicitado, pero no nos podremos ver. No obstante sé, que en ocasiones, el amor se guarda en estuches tan diversos como unas líneas de wasap, una llamada, o el recuerdo de una mirada, como la de mi madre.

Sed felices.