domingo, 28 de diciembre de 2014

Pensando, pensando... ( I )

Todas la mañanas, durante esto últimos meses, he dado los buenos días con una frase más o menos acertada para afrontar la jornada y que pudiera hacer pensar. Os dejo una primera entrega resumen  de las mismas como broche de este 2014.



Ni todo lo que reluce es oro, ni el que dice serlo es un amigo. Ambos, el oro y la amistad no se oxidan con las inclemencias y se mantienen inalterables a lo largo del tiempo.


Hay quien se pasea con una cerilla y un bidón de gasolina, y cuando todo explota le echa la culpa a la cerilla.

El mayor error es tender puentes desde el pasado hacia el futuro olvidando que sólo existe el presente.

La gran paradoja es que medio mundo busca aumentar la esperanza de vida mientras condena al otro medio a una vida sin esperanza.


No hay guerra más desigual que la que enfrenta la razón y la incapacidad autocomplaciente. Cualquier intento de intercambio de opiniones se convierte en un diálogo de besugos.


Tal vez todo sea un juego en el que solo unos pocos conocen las reglas mientras otros improvisamos.


El triunfo de los mediocres siempre esconde su propia vanidad y el interés de quienes los han encumbrado.


Una gota de agua solo necesita tiempo para horadar la roca.

El gris no es un color: es una actitud.
 

Hay quien sube a tope el volumen de la voz de su ego para no tener que escuchar la de su conciencia.

 Hay quien encuentra un morboso placer en tropezar constantemente en la misma piedra cuando, tal vez, solo hay que rodearla.


Qué pereza me dan ciertas  personas, tan cortas de miras, tan mezquinas que sólo ansían que todos andemos descalzos en vez de buscar cómo conseguir zapatos .

Si en un microrrelato hay toda una historia yo en mis macetas veo un jardín
 
Quiero que me acompañen no que me sigan.

 La responsabilidad no se asume solo pidiendo perdón: hay que restituir de alguna manera el daño ocasionado.


 

jueves, 25 de diciembre de 2014

El regalo

La habitación relucía con es luz que sólo puede existir la mañana de Navidad, aunque el cielo estuviera gris y ligeros copos de nieve danzaran por el aire como leves mariposas de cristal.

La puerta del salón se abrió de par en par, igual que los ojos de la niña al ver los paquetes al pie del Árbol. Eran tantos que no atinaba a elegir cuál abrir el primero. Entonces uno llamó su atención. Estaba envuelto en un humilde papel de estraza, de color marrón, sin cinta de colores.

Los padres se miraron extrañados. Ese regalo no correspondía a ninguno de los que habían colocado la noche anterior, cuando la niña ya dormía.

-Espera-dijo el padre-. No lo abras.

La niña se sobresaltó sin entender por qué no le permitían abrir uno de sus regalos.

-Es que...- dudó la madre al contestar, sin saber como abordar el hecho de que ese regalo no era uno de los que ellos conocían.

-¡Jo !-exclamó la niña, con un mohín de disgusto-. Es que yo quiero abrirlo, por fa, por fa...

El padre lo cogió con la mano, lo sacudió y al no notar nada extraño, claudicó.

-Pero....- la madre no estaba convencida.

-Déjalo, mujer: acabemos con la intriga.

La niña rasgó el papel y ante ella apareció un precioso libro de cuentos, lleno de ilustraciones maravillosas.

-!Un libro!- gritaron al unísono los padres.

Quizá, queridos lectores, os parezca rara la reacción de los progenitores de  la niña, pero si os digo que en esa casa no había ni un solo libro de ficción, quizá lo entendáis. Para esa familia los libros de fantasía, los cuentos no eran más que paparruchas que le apartaban a uno del objetivo primordial en la vida: ganar dinero.

Y ese libro, que un día vió en el escaparate de una librería, ese que había parecido junto a innumerables paquetes llenos de muñecas, vestidos y zapatos, era lo único que la niña había pedido a Papá Noel en una carta escrita en secreto y en secreto echada al correo.

Por eso entre la páginas del libro la niña encontró una nota escrita en tinta roja y dorada:

"Quien desea algo con toda la fuerza de su corazón lo logra. Feliz Navidad. P.N"

Felices Deseos.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Lotería

- ¡Ciento cincuenta mil pesetassss!

El sonsonete del sorteo de la lotería solía ser el despertador del primer día de vacaciones de Navidad. La radio o la televisión encendidas se transformaban en los depositarios de las ilusiones de miles de personas que veían en eso dos bombos la solución a sus problemas.

- Fíjate en lo pequeño que es el bombo de los premios.- le comentaba año tras año su abuela. Y ella, que era una niña curiosa, se fijaba también año tras año.

Ya de adulta retomó la tradición a pesar de no gustarle nada los juegos de azar. De hecho no jugaba a los ciegos ni a las quinielas, ni a la lotería primitiva cuando esta se unió a los juegos permitidos por el Estado.
Pero al lotería de Navidad era para ella como el turrón o los villancios: una tradición.

El paso de los años trajo el cambio de sonosonete. Ya no eran las ciento cincuenta mil pesetas, sino los mil euros los que marcaban el ritmo del sorteo,  roto por la subida de tono y alborozo de los espectadores cuando salían los premios grandes, hasta llegar al paroxismo con el gordo.

Un día, mientras contemplaba el sorteo, le comentó a su padre, sentado junt a ella, que no estaría mal pillar un pellizco. A su alrededor jugaban sus hijos, felices de estar en la casa de campo de los abuelos y percibiendo ya el ambiente de las vacaciones. Un confortable fuego calentaba la estancia. Entonces su padre la miró por encima de las gafas, con esa sonrisa de medio lado que le daba una apariencia entre bondadosa y guasona, y contestó:

- Y además..., ¿quieres que te toque la lotería?

Cierto. Ya hacía muchos, muchos años, tantos como los que tenía ,que le había caído el gordo.: naciendo en una familia que la quería, pudiendo estudiar, casándose con el hombre que amaba, teniendo dos hijos maravillosos, un trabajo que le gustaba, unos amigos entrañables...

Hoy sigue jugando al lotería igual que come turrón o canta villancicos, sabiendo que por estadística no es normal que le toque dos veces...

Felices Fiestas!!

domingo, 14 de diciembre de 2014

Odio, miedo y dientes

Reconozco que me ha costado decidirme a escribir este artículo. Llevo días dándole vueltas porque sé que puedo, de alguna manera, "herir la sensibilidad" de amigos a los que aprecio y respeto e, incluso, de carne de mi carne. Pero no soy mujer de callar mi opinión cuando la tengo, sobre todo porque me pueden ciertas afirmaciones, sobre todo viniendo de quien viene.

Los que están cerca de mi o siguen mi trayectoria saben que la política es una de mis pasiones. Sí, sí, así de fuerte, como suena. Creo que es una de las actividades más nobles del ser humano para poder cambiar y hacer mejor la vida de las personas. Otra cosa es que una panda de sinvergüenzas la pervientan y hayan convertido en un negocio para su lucro propio. Y a esos, ni agua.

Pero tampoco tengo ni la más remota consideración en aquellos otros que bajo consignas de victimismo intentan manejar por el camino de las emociones y no de las convicciones, justificando por la vía del martirio unas persecuciones que no dejan de ser parte del juego político.

Querido lectores, seguro que a estas alturas ya sabéis a quien  me estoy refiriendo. Sí, a ese líder carismático que ha surgido de entre las aguas de la crisis como Moisés del Nilo para señalarnos que solo él (casi me dan ganas de ponerlo con mayúsculas) y su partido pueden hacernos cruzar el mar Rojo y llegar a la tierra prometida.

Su primer maná fue señalar a la "casta". Marcar a aquellos que se habían enquistado en el sistema y vivían como parásitos de él. Totalmente de acuerdo, aunque sorprendente siendo alguien que proviene de la universidad, en donde todo sabemos funciona una endogamia paradigmática. Pero  les funcionó a las mil maravillas.

Después llegó el momento de subir a su monte Sinaí, en donde recoger la tabla de los mandamientos, que en este caso era el de un programa, que tenía que ser diferente a aquel que le había servido para sus primeros objetivos. Y el líder se vió, de pronto, que tenía que justificar con datos lo que hasta ahora eran casi actos de fé. Y no le gustó, porque no se sentía cómodo teniendo que bajar a la realidad. Además, alguno de sus acólitos había caído en la tentación del becerro de oro y era señalado con el dedo acusador que parecía ser, hasta ese momento, solo privilegio suyo.

Entonces, con una reacción propia del mejor de los cristianos señala que, ante tanto odio y miedo, hay que responder con una sonrisa. Una expresión digna de otro Pablo, el de Tarso.

Odio y miedo. Eso es lo que sentimos por ellos  los que no estamos de acuerdo. Dos sentimientos absolutamente destructivos. Porque para el líder no existe la discrepancia: o eres de los suyos o eres de la casta.

"Dientes, dientes, que es lo que les jode", dijo una vez una conocida folcklórica, ahora en la cárcel. Será que algunos convierten la sonrisa en la justificación cuando  no tienen ningún otro argumento...

Sed felices.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Escarmentar en cabeza ajena

Nada más inútil que los consejos y a pesar de ello los seguimos vendiendo.

Alguien muy sabio me dijo un día que nadie escarmentamos en cabeza ajena, y no hay nada más cierto.

Pero a más a más , que dirían mis amigos catalanes- sí, sí tengo muy buenos amigos catalanes-, es improbable que lo que nos ha servido para resolver un conflicto sea válido para otra persona. La razón es muy simple: cada uno es cada uno, ya lo dijo el filósofo, y su circunstancia.

Yo hace tiempo que  dejé de dar consejos. Sí doy opiniones sobre temas, sobre todo de aquellos de los que he vivido una experiencia. Contar cómo me sentí, que decisiones tomé y cómo resolví creo que es más últil que andar diciendo "yo, en tú lugar, haría esto".  Sobre todo cuando uno no se aplica el cuento.

Lo bueno de la madurez es que aprendes a relativizarlo todo. Sabes que nada es tan importante, excepto tres o cuatro cosas, como para que cale más allá de la primera capa. También asumes que para llegar a ese equilibrio has tenido que equivocarte muchas veces, caer y volverte a levantar.

Tomar decisiones, ya he tenido la ocasión de señalarlo, no es complicado: lo difícil es asumir las consecuencias.

En estos tiempos que corren es más sencillo preguntar qué hago ante un problema que reflexionar sobre cómo llegué hasta él y qué es lo que pienso qué tengo que hacer yo; luego pasar página y seguir caminando. Para encontrar respuestas primero hay que preguntar.

No consintamos que otros pregunten por nosotros porque entonces ellos contestarán y nos venderán esas soluciones ajenas como propias. Y vuelta a empezar...

"Consejos vendo, para mí no tengo"...

Sed felices.