domingo, 28 de noviembre de 2021

Memento mori

 Siempre lo digo, y lo repito. Ante la única certeza que tenemos no estamos preparados. Siempre la muerte nos sorprende, más aún cuando quien se va es alguien que pertenece al imaginario popular.

 

 
Mientras estamos metidos en el fárrago dela pandemia ayer se marchó, sin apenas ruido, la escritora Almudena Grandes a causa de una enfermedad que nada tiene que ver con el Covid. Porque la gente se está muriendo de otras cosas además que no son este maldito virus, porque los seres vivos somos mortales, independientemente de nuestra fama, dedicación o edad.

En el Imperio romano, cuando los césares entraban triunfantes, después de una victoria bélica o una hazaña,  en el mismo carro tras el emperador se colocaba un esclavo portando una corona de laurel, símbolo de la grandeza. Sujetaba la corona sobre la cabeza del vencedor, mientras le murmuraba al oído  "memento mori", "recuerda que eres mortal". Simplemente era para tomar conciencia de que por mucho que haya loas y grandezas la muerte nos llega.

No voy, mis queridos lectores, a hablar de los méritos literarios y personales de Almudena Grandes. Hoy los  medios de comunicación están llenos de palabras mucho mejor dichas y escritas que las mías.  Pero sí es verdad que el fallecimiento de la escritora, tal vez por ser casi cohetáneas, me lleva a esta reflexión sobre lo importante que es darnos cuenta de que por mucho que seamos un día dejaremos de ser.

La rebeldía ante la muerte es, a la vez, comprensible y un tanto inútil. Desde el momento que abrimos los ojos a la vida comenzamos nuestro camino hacia la desaparición. Lo importante, en mi opinión, es encontrar un sentido a nuestra vida hasta que llegue el final.

Almudena Grandes lo hizo, tanto con su literatura como con su compromiso social. No cabe duda que su partida ha sido muy temprana, pero en absoluto vacía. Deja tras de sí sus libros, sus opiniones, su manera de apoyar a los vulnerables. Y eso, aunque suene manido, hace que no se haya ido del todo.

Sí, somos mortales, no debemos olvidarlo, pero también somos capaces de transformar, en el tiempo en que caminamos por el sendero de nuestra existencia las circunstancias, para que cuando partamos algo hayamos hecho que ayude a los demás, que quede en los demás.
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Así lo hizo Almudena Grandes. Que cunda su  ejemplo. Descanse en paz.



jueves, 25 de noviembre de 2021

QUIEN TE QUIERE TE HACE SOÑAR, NO LLORAR

Hoy es 25 de noviembre, y seguimos teniendo que poner el foco en este día que conmemora la lucha contra la violencia hacia las mujeres.  A pesar de años de reivindicaciones en este 2021 han muerto treinta y siete mujeres a manos de sus parejas o exparejas. 

Si bien es cierto que la mayoría de la sociedad está absolutamente concienciada sobre esta causa, seguimos teniendo mucho recorrido, porque no solo estamos hablando de maltratos físicos, sino, también, de aquello que van mermando la confianza, la autoestima, la ilusión y las ganas de vivir.

No hace falta una bofetada para que se salten las lágrimas. Basta con rodear los días de un halo de tristeza que, incomprensiblemente, se envuelve de "tequieros" y "perdones". Incluso, aquellos que han hecho del insulto una costumbre, del maltrato verbal o de la indiferencia un comportamiento hacia su pareja, se visten de cara a los demás de personas agradables, complacientes y dialogantes.

La sensación que se tiene, entonces, es de vivir en una montaña rusa de sonrisas y malas formas, de cariño y de "lo siento". Por delante la misma perspectiva de estar viviendo una cadena perpétua.

Cuesta mucho desmontar esa situación, incomprensible desde fuera. Para muchos lo que se ve es una pareja normal, en la que él colabora, rie y participa. Nunca esas situaciones de gritos, malos modos y lágrimas que siempre son privadas, a puerta cerrada.

Nadie que quiere a otra persona la hace llorar, nadie la envuelve de tristeza, nadie la trata con injusticia. Es cierto que a lo largo de una vida en común pueden existir disputas, o diferencias de opiniones, pero cuando las malas palabras a destiempo y sin razón se convierten en costumbre la realidad las transforma en puñetazos y bofetadas que no dejan marcas en la piel sino en alma.

Los silencios se ciernen como buitres en busca de los restos de la felicidad y de sueños y, en muchas ocasiones, solo quedan miradas nubladas por las lágrimas, parpadeos que en un trágico morse desgranan un S.O.S.




martes, 16 de noviembre de 2021

FINALES FELICES


Siempre dije que las grandes historias de amor nunca tienes finales felices. Baste ese recorrido por la literatura, contemplando los grandes amantes, aquellos que renunciaron, retaron o se opusieron  al destino: Romeo y Julieta, Paris y Helena, los amantes de Teruel… Ejemplos paradigmáticos de amor apasionado que, en cambio, terminaron de manera dramática. Sé que me diréis que tiene que haber parejas cuyo amor perviva hasta que, por mandato vital, se separen. Pues más razón todavía para mi hipótesis. Ni siquiera entonces el gran amor puede evitar la separación.

Siempre he pensado que en esos cuentos o historias que acaban con el triunfo del amor, con ese y fueron felices, se nos hurta el repaso, transcurrido el tiempo, sobre el qué fue de esa pasión arrebatada.

Porque realmente, al final, el amor se nutre de pequeñas, cosas, de detalles diarios y sobre todo, por una constante tarea de querer y quererse. Nada es eterno, ni siquiera la promesa del eterno amor.

Ese AMOR con el paso de los años se va transformando en una pléyade de sentimientos y emociones que acaba cristalizando en la amistad más profunda, en la lealtad y en la confianza. Entonces la palabra que surge es la de compañeros, compañeros de vida.

No penséis, mis queridos lectores, que estoy arrebatando el romanticismo a las relaciones de pareja, es que el romanticismo no es más que un recurso literario que nos aleja de la realidad.

Mi padre siempre decía que el amor lo podía todo. Es cierto, cuando ese amor se nutre de generosidad y del conocimiento de que solo crece lo que crece en libertad y armonía.

Dejemos que la literatura siga con sus tramas, o con sus poesías de pasión o ausencia. Recuperemos la capacidad de entender que los finales felices están cosidos con puntadas de momentos, de ciertas renuncias, y sobre todo, de amistad.

 

jueves, 11 de noviembre de 2021

Librerías

El frío de la calle se metía entre los pocos resquicios que la ropa de abrigo permitía. Su pequeña mano derecha, calzada con un guante de lana,  se aferraba a la de su padre, con cierto temor de perderla en el trasiego del gentío, que se cruzaba con ella. Con la otra mano palpaba un pequeño monedero en el que estaban a buen recaudo sus ahorros.

Por fin llegaron. La puerta del local era de madera, un tanto retranqueda, de tal manera que permitía no solo los dos escaparates al uso, sino otros dos más pequeños, en los que se exhibían, brillantes bajo las luces, toda clase de libros, aunque abundando más los de relatos.
 Se detuvieron un momento, para localizar el que era objeto de su visita. A ella, por ser pequeña, le costaba abarcar todo el contenido, pero habían sido tantas las veces que, camino del colegio, se había detenido para mirarlo, que no le costó más que un segundo localizarlo. Allí estaba, con la sobrecubierta de papel en la que había una preciosa ilustración.  Apretó la mano de su padre con una emoción contenida, lo que produjo una inmedita sonrisa en aquel.

- ¿Entramos?

Los nervios la impedía ni siquiera contestar. Solo pudo asentir con la cabeza.

En su interior, la librería era estrecha y por doquier se apilaban las obras en estantes y mostradores. El olor a papel impreso, en ese momento el mejor perfume para ella, le impregnó la nariz.

El librero la sonrió. Ya se conocían, pues semanas antes, había hecho la promesa  de guardar el libro hasta que ella pudiera ahorrar de su pequeña paga para comprarlo.

No hicieron apenas falta las palabras. El librero abrió el escaparate y con toda solemnidad extrajo el libro que depositó en las manos de la niña: Los cuentos de los hermanos Grimm.

Ya no existe esa librería. Por el local han pasado muchos negocios y en la actualidad hay un cartel de Se traspasa. Pero ella, siendo como es ya una mujer, sigue viendo en ese escaparate la belleza de los libros, algunos escritos ahora por ella,  y escuchando la voz de ese librero aquel día de otoño:


- Recuerda, pequeña, que nunca estarás sola con un libro.

Sed felices.


*Este relato esta basado en una experiencia de la autora.

 

sábado, 6 de noviembre de 2021

Siempre tus manos

 Hace unos días me reencontré con un amigo escritor. Hacía tiempo que no teníamos la oportunidad de charlar y nos citamos con la excusa de intercambiarnos nuestros últimos libros.

 

Charlamos de todo lo humano y lo divino, recordamos tiempos pasado y comentamos tiempos futuros. En un momento dado salieron a colación las manos, parte de la anatomía por la que yo siento ciierta debilidad o fobia, dependiendo de cómo sean. Reflexionando sobre este detalle sugerí que, después de haber pensado algunas veces sobre ello, esa fijación por la manos me proviene de mi padre.

Mi padre era un hombre polifacético, pero sobre todo era un artista. Me encantaba, y creo que ya lo he dejado reflejado en algún otro post, sentarme junto a él y ver como dibujaba. Toda mi atención se concentraba en las manos (las tenía muy bonitas) que, como si hicieran magia, transformaban el papel blanco y yermo en algo vivo. Era  maravilloso... 

Sea esa la razón o no, siempre que he conocido a alguien, sobre todo del género masculino, me he fijado en las manos, para bien o para mal. Incluso en alguna de mis novelas he querido extraer esta, digamos anécdota, como curiosidad.

Hace un tiempo reflejé esto, a tenor de una fotografía que le hice a Paco de sus manos (las tiene muy bonitas), en un poema. Hoy os lo  dejo, mis querido lectores.

Sed  felices.

 

TUS MANOS

Tus manos, siempre tus manos
alas recorriendo el cielo entre mi pelo,
caricias pronunciadas cuando tu boca 
calla. Besos extendidos por mis caderas
traspasando los límites de Venus.
Pinceles que dibujan el deseo. 
Tus manos, siempre tus manos.
Sueño en soñar en el hueco
de tu manos, eternamente siempre



lunes, 1 de noviembre de 2021

Noviembre ya...

Poco le queda ya este año 2021, sesenta y un día, descontando lo que llevamos de este. Cada vez pasa el tiempo más deprisa, pensamos


Recuerdo cuando era niña y adolescente las ganas de que llegaran los veinte años, esa barrera que me parecía era el paso a ser una mujer adulta.  Entonces la mayoría de edad era a los veintiuno, anunque yo tuve la suerte de que la Constitución me la concedió antes.

De los veinte a los cuarenta mi vida fue trabajar y criar a mis hijos. El tiempo empezó a volar. Hasta los cincuenta fueron años difíciles, pero el tiempo inexorable pasaba sin importar cual fuera su influencia en mi vida.Entonces llegué a los cincuenta y pensé que ese tiempo era mi tiempo. 

No voy a decir que no me ocupe y a veces preocupe el paso del tiempo, y que hoy , 1 de noviembre, no haga esta reflexión con vosotros, mis queridos lectores,  me asombre estar casi finalizando el año, pero hace ya años que me preocupa más la vida que el tiempo. Tal  vez la haga hoy porque es un día para la añoranza de aquellos que ya no están.

Los días, tras el cambio de hora, se acortan, la noche llega antes, el frío comenzará a empujarnos a los lugares cubiertos y se quedarán vacías las calles muy temprano. Pero la vida tiene su espacio, porque ella no entiende de calendarios, más allá del recorrido que cada uno quiera darle.

Hoy, como ya he dicho, que recordamos a las personas que se fueron sé que un día seré yo una de ellas, es casi la única certeza que tengo, pero no me asusta. Llegaré preparada a esa meta, aunque no sepa cuándo. Mientras, seguiré hacia adelante, cada día un poquito más despacio, pero dejándome guiar por la ilusión de vivir más allá de la arena de un reloj que, impenitente, sigue cayendo.