miércoles, 26 de julio de 2017

Cárceles de cinco estrellas

No sé si empezar por pedir disculpas por el título de este nuevo artículo, algo tardío por mis minivacaciones, pero a veces los dramas hay que tomárselos con sentido del humor. Porque no cabe duda de que la corrupción es uno de los mayores calamidades que, con una resignación indignante y a veces incomprensible, soporta este país.

El parangón de la calificación de los hoteles de lujo a las prisiones me viene al pelo. En este mismo momento comparten presidio (Soto del Real) Ignacio González, el que fuera presidente de la Comunidad de Madrid y su hermano Pablo, Ángel María Villar, presidente de la Federación de Fútbol nacional  y su hijo Gorka, y el expresidente de la CEOE Gerardo Díaz Ferrán. Vamos, la "creme de la creme" que decimos los castizos.

¿Cuánto dinero público llevado a los bolsillos de estos sinvergüenzas? Se me revuelve literalmente el estómago al pensarlo. Años y años haciendo de su capa un sayo, desviando fondos, contratando de manera ilegal y tomando las instituciones como sus feudos para lucrarse ellos y sus amigos.

Decía Concepción Arenal "odia el delito y compadece al delicuente". Sabias palabras cuando quien delinque es alguien digno de compasión por sus circunstancias, pero estas personas que ocupaban altos cargos de responsabilidad, que vivían con grandes salarios y a todo lujo, que tenían como obligación ser ejemplo, solo despiertan en mí desprecio y más desprecio.

Otros evitaron la cárcel con su muerte, sobre las que planean largas sombras, como es el caso de Rita Barberá y Miguel Blesa. No celebro su óbito, pero tampoco hacen nacer la compasión en mí. En el caso del expresidente de Bankia se ha ido de este mundo llevando sobre su conciencia la ruina, la desesperación y en algunos casos también la muerte de muchos a los que estafó y dejó en la calle sin que le temblara el pulso.

Lo peor del caso es que, por los resultados electorales, a una gran parte de la ciudadanía esta lacra  no les produce ni el más mínimo rubor. Hoy, cuando estoy escribiendo esto, mis querido lectores, acaba de declarar, por primera vez en la historia de este país, un presidente de gobierno como testigo en un caso de corrupción.No sabe, no contesta... "Sé fuerte Mariano".

Pero España va bien. Contratos precarios, da igual que salarios se cobren a costa de horas y horas de trabajo; la caja de las pensiones tocando fondo; la educación y la sanidad pública perdiendo fuelle ante las privadas... Y en las cárceles (otros en libertad provisional) personajes corruptos que nos han robado a todos. Pero España va bien...

¡Qué pena!

Sed felices.

sábado, 15 de julio de 2017

¡Hasta mañana!




 Hace tiempo que dedico unas palabras, una poesía con la que despedirme hasta el nuevo día. Esta es una selección de algunas de ellas.



Cuando soñamos los sueños forman nubes y llueven besos.

Atisbo los últimos rayos de sol, del mismo sol que mañana alumbrará el amanecer de un nuevo día... Entonces volveremos a estar juntos.

Cosidas en el cielo de la noche brillan tus palabras como estrellas: «te pienso, te sueño, te deseo...».

Sueño que sueñas conmigo, y al soñarte cumplo mi sueño.

Con mis caricias apartaré las nubes de tu frente, me miraré en tus ojos, y todo será entonces luz iluminando nuestro camino en sueños hasta el amanecer...

Traspasar el espejo esta noche y ser tu Reina blanca, y ver mi reflejo en tus ojos.


Y ahora que los recuerdos llueven mansamente, como lágrimas negras en la noche: ¿soñaré contigo?

Noche. Detener el tiempo en el instante exacto, en el suspiro exacto, en la caricia exacta, en el beso exacto.

Tal vez la mejor respuesta es no preguntar y perdernos juntos en el mundo de los sueños...


Noche. De pronto, alguien, suavemente, como la brisa, se mete por un rincón tu alma y se transforma en  poema.


Quiero un reloj que vuele entre la noche y el día y marque los instantes en que sueño contigo.

domingo, 9 de julio de 2017

Los otros sentidos

Desde que somos pequeños aprendemos la existencia de los cinco sentidos físicos que nos permiten
ver, oír, gustar, oler y sentir táctilmente.Incluso el refranero popular ha acuñado una frase que resume la acción de este quinteto como epítome de la más completa atención: "poner los cinco sentidos".

Pero hoy quiero hablaros de los que para mí son los "otros sentidos" y que me resultan tan imprescindibles, o incluso, en ciertas situaciones,  más que los anteriores. Me refiero a los sentidos del tiempo, del humor y de la oportunidad, que en ocasiones nos facilitan o nos entorpecen nuestras relaciones sociales en gran manera.

Comenzaré con el primero: el sentido del tiempo. Poseerlo nos permite algo tan importante como ser puntuales, organizados y sacar adelante los proyectos en tiempo y forma. Lo contrario nos lleva a no llegar o llegar con la lengua afuera (a veces literalmente), hacer esperar y desesperar, y tener que forzar el tiempo de los demás con las consabidas consecuencias. Rompiendo una lanza a favor de las personas impuntuales parece ser que es posible que sea un mal funcionamiento cognitivo que transforma en su cerebro cinco minutos en media hora. Sea lo que sea, resulta siempre muy incómodo para quienes han hecho del tiempo un aliado.

Mi segundo "otro sentido" (no establezco orden de prioridad sino de secuencia)  sería el del humor. Creo que es un elemento que indica sin lugar a dudas la inteligencia de las personas. Ser capaz de dar una vuelta de tuerca a situaciones que para otros serían dramones y conseguir una sonrisa es impagable. Pero, ¡ojo!, no hablo del graciosillo burdo, el de  la broma pesada y escatológica, no. Tomarse la vida con sentido del humor es la manera más seria de abordarla, pero desde un prisma en el que es mejor sonreír para que ella te sonría. Manejar la ironía fina, con la precisión de una finta de un sable, es una de las virtudes que más aprecio, siempre desde el respeto al otro, por supuesto. Hablo de ironía, no de sarcasmo, que en muchas ocasiones se confunde, y que siempre debe de empezar por ser capaz de reírse de uno mismo.

Y para acabar hablaré del sentido de la oportunidad. Por desgracia me encuentro con bastantes personas que tienen poco o carecen absolutamente de él. Seguro, mis queridos lectores, que conocéis a más de uno.Son aquellos que van a ver a un enfermo y le cuentan la cantidad familiares que han muerto de la misma enfermedad; o que invitados a presentar un libro-ya percibo que muchos de vosotros sonréis- habla más que el propio autor, convirtiendo el autobombo en su propio acto. Y qué me decis de los que les enseñas tu coche nuevo y se pasa diez minutos contándote las desventajas de ese modelo porque lo sabe de buena tinta. La fama popular ha acuñado un término para la ausencia de este sentido: "cuñadismo"... No sé por qué...

En fin, que siendo los cinco sentidos habituales necesarios, no por menos deberíamos intentar cultivar los otros. Ya no solo por nosotros, sino también como un acto de solidaridad con el prójimo.

Sed felices!

miércoles, 5 de julio de 2017

Vivir solo, morir solo

Con unos días de retraso por las circunstancias viajeras me dispongo a escribiros una nueva entrada, cuyo tema me viene sugerido por una noticia que escuché ayer, y que todavía me mantiene en una perplejidad llena de tristeza.

Una mujer de 56 años ha sido encontrada muerta en su domicilio. La noticia no dejaría de ser una más sino fuera porque la muerte sucedió hace cinco años. Mientras tanto se fueron acumulando cartas en el buzón y polvo en el coche aparcado en el garaje.¿Cómo es posible que nadie se percatara de su ausencia?¿No tenía familia, ni amistades, ni un hueco que con su marcha dejara vacío?

Tengo que reconocer que aunque no soy medrosa de la soledad en vida, si tengo reparos a la hora de pensar en irme de este valle de lágrimas sin nadie que me coja una mano y me bese la frente.Así lo he hecho yo con quienes me precedieron y es algo que llena de paz a quien despide y quiero creer que también al que se va.

Somos una sociedad global, sí, conectados en redes a miles de personas, reunidas en los mismos espacios, haciendo prácticamente las mismas cosas, y, sin embargo todavía hay quien muere en soledad sin que nadie se percate de ello, sin que nadie, hasta cinco años después, se de cuenta de que ya esa persona no compra el pan, no pasea por la calle o no mueve el coche, que se va sepultando bajo el polvo de la indiferencia...

En fin, como diría mi admirado Bécquer, la soledad es buena siempre que se tenga a quien contarlo.

Sed felices.