martes, 26 de marzo de 2024

Un hombre torturado

 Hace muchos años estuve en el Estado de Israel. Como cualquier turista de pro visité los Santos lugares, convertidos en centros de recaudar dinero por medio de donativos "voluntarios".

Estando en el Santo sepulcro la guía, una judía de origen alemán pero que hablaba muy bien español me comentó que lo que más le sorprendía de los católicos era esa adoración a la figura de un hombre  a torturado, que es lo que para ella representaba  la visión de Jesús de Nazareth a través de la columna de la flagelación, la corona de espinas, la crucifixión, etc...Recuerdo que intenté, no por creencia, sino más bien por patrioterismo  y porque en aquel entonces me apasionaban los debates sobre religiones comparadas, replicar diciendo que su dios, en cambio, era un dios vengativo que no le importaba el sufrimiento de su pueblo, ni el ajeno (véase la guerra de Gaza en este momento). No recuerdo como acabó la discusión, pero con los años he llegado al mismo convencimiento: la religión católica tiene como símbolo un hombre ajusticiado, y eso es muy triste.

No cabe duda que tras ese fasto que supone la Semana Santa subyace algo tétrico y hasta morboso, que en mi caso ha quedado tatuado en mi memoria, en esa infancia de paños morados, Siete palabras, capirotes y tambores. Imágenes que salen de las iglesias y catedrales y representan la traición de un compañero, el dolor inmenso de una madre ante su hijo muerto o la tortura que supone la muerte en la cruz, todo ello revestido de un esplendor y riqueza que en nada identifica al Jesús que vino a traer la revolución del amor y a consolar a los más oprimidos. 

A veces , cuando era niña me llegué a preguntar por qué no rezábamos Cristo resucitado, el de la esperanza en la vida eterna... Ahora estoy convencida que la razón más plausible es que el miedo es mejor guardián, y el dolor y la tristeza que produce la Pasión nos sujetaba y nos hacía sentir culpables de esa muerte por el perdón de nuestros pecados.

No discuto la existencia del galileo, ni tan siquiera la veracidad de su palabra a través de los Evangelios, los ortodoxos y los apócrifos, cuyo mensaje suscribo. Pero sin duda me acerco, como el maestro Machado, más al que anduvo en la mar que a ese agonizante hombre que me mira desde lo alto de la cruz.

Lo demás, allá cada cual.

 


miércoles, 6 de marzo de 2024

"Caza de brujas" ( de vetos, teatro y otras cuestiones)


 Soy mucho de creer en la causalidad, pero también en la casualidad. Algo de eso tiene que ser cuando en los mismos  días comienzo un nuevo montaje con mi grupo de teatro Unicornio, Las brujas de Salem,  y recibo la noticia del veto de los regidores de la Cooperativa Covibar, respecto a poder seguir llevando a cabo proyectos, presentaciones, y otros eventos en el Centro Social de Covibar, mi "casa cultural" desde hace décadas.

En la lectura de mesa del nuevo texto teatral de Unicornio se fueron desgranando personajes cuyo retrato no se aleja de muchos de los que conozco: personas ignorantes unas, interesados otros , que usan el poder y la mentira para llevar a cabo sus fines torticeros.

Las brujas de Salem es una crítica de su autor, Arthur Miller, partir de los hechos que rodearon los juicios de brujas de Salem, Massachusetts, en 1692. El autor escribió una alegoría de la fiebre persecutoria y represión macartista de los años 50, en la que se vieron sometidos personas de la cultura , de los que sospechaba afines al comunismo.

Lo peor de estas actitudes no es quien lo lleva a cabo, sino la desidia y la permisividad que aquellos que viéndolo injusto, dejan que personas buenas y justas sufran una persecución o un castigo que no se merecen.

No me voy a comparar a los damnificados por el macartismo, pero sí que hay un parangón en la falta de empatía, de decencia y en el exceso y abuso de poder, un poder que se concede a los mediocres, o que se obtiene por medios muy retorcidos, con nocturnidad y alevosía, o aprovechando el confinamiento por una pandemia mundial.

 En Salem, en 1692 ahorcaron a una importante cantidad de inocente. Ahora  la soga son las mentiras, los abusos y la injusticia.

El macartismo cayó, siempre termina cayendo aquello que se lleva a cabo con fines espúreos, aunque haya de pasar tiempo, pero mientras, ¡Dios nos libre de los mediocres vengativos con una pizca de poder!


sábado, 3 de febrero de 2024

Son mis principios, y no tengo otros


Decía Larra que escribir en España era llorar. En estos momentos no solo escribir, sino defender unos principios que nos hace humanos, defender la verdad que nos permite convivir, defender la empatía con el  otro, en ocasiones hace que, aunque sea de una manera simbólica, se te salten las lágrimas.

En el fondo subyace la pérdida de valores tales como la solidaridad, la igualdad y la justicia, nublados bajo el lema de “ande yo caliente y ríase la gente”. El caldo de cultivo de la falta de formación, de la ignorancia democrática, de la educación para la ciudadanía comporta que cuando llega el momento de acudir a las urnas el resultado sea el que ahora vemos. Aferrados a un pensamiento único, que es el mismo cántico de la selección de fútbol: “soy español, español, español…”, que empuja a otro hacia el abismo de la inutilidad y la descalificación, en una época, no me cansaré de decirlo, queridos lectores, en unos momentos en los que más necesitamos la unidad.


Quiero ser optimista y pensar que de esta triste experiencia podremos encontrar una solución que frene, de una vez por todas, esta ola que lame las playas de los derechos sociales, que podemos perder si no somos capaces los progresistas de hacer una barrera democrática y obligar a quienes quieren acabar con el estado social a moderarse.


La democracia es como un diamante, dura y frágil  al mismo tiempo. Un arma que en buenas manos es capaz de hacer progresar a los pueblos, pero que también permite que en su nombre  o que desde su tribuna se insulte y se lancen falsedades, o que se falte al honor en conciliábulos callejeros, aunque  no se debiera consentir, ni siquiera en aras de la tan traída y lleva libertad de expresión.


Ahora, más que nunca necesitamos que la sociedad civil tome protagonismo, siendo el caldo de cultivo de donde han de emerger de nuevo los valores del consenso y del pacto social. Dejar al albur de los que suceda cada cuatro años conlleva un alto riesgo, véase el ejemplo de lo que está sucediendo, sobre todo en torno a los colectivos vulnerables.

Nunca fue más difícil que ahora ser fieles a esos valores y principios, pero si no los defendemos nosotros, los que creemos en ellos como camino de vida,  ¿quién queda?

Sed  felices.

miércoles, 10 de enero de 2024

SOLTAR LASTRE

 Hubo una época en la que escribía todos los días en esta bitácora que ya va a cumplir catorce años. Puedo decir que fue la puerta para intentar proyectos de más envergadura, que me han llevado a día de hoy a publicar doce libros, tanto de poesía como de narrativa, además de varias incursiones en la dramaturgia.

Casi todo me provocaba a reflexionar, a pensar, a expresar aquello que sentía, aquello que me emocionaba, y que surgía de muchas circunstancias, alegres unas, y de pérdida otra. Había veces que las palabras me brotaban con gran facilidad, sin apenas buscarlas.

Al cabo del tiempo me doy cuenta de que he perdido esa capacidad de dejarme llevar, de buscar en la escritura aquello que me parecía tan necesario para seguir caminando. Creo que estos tiempos tan llenos de cinismo, de mentiras y de intereses me ha vuelto  una persona mucho más escéptica respecto al género humano.

Siempre he sido una mujer optimista, positiva, y mi mayor impulso vital ha sido trabajar para mejorar la vida de los míos y, también, de esta sociedad en la que me ha tocado vivir. Sin embargo, cada día me voy dando cuenta de que muchos de esos valores que me han sostenido ni se tienen en cuenta ni, por supuesto, se agradecen.

Como tantas personas, sobre todo aquellas que tomamos la decisión de ser emprendedoras, he tenido económicamente momentos mejores y peores, aunque nunca me ha faltado para vivir bien. Por eso, por mero agradecimiento, siempre he pensado que tenía la obligación moral de trabajar por quienes no habían tenido la misma fortuna que yo... 

Pero ahora, a estas alturas de la película, me he dado cuenta de que estaba confundida. La lealtad, la voluntad de mejorar, la valoración del mérito del trabajo bien hecho, no se tiene en cuenta, frente a los intereses de quienes han hecho de su propio ombligo el centro de su interés.

He de desprenderme de este lastre que me sujeta, que me bloquea la imaginación y me impide volver a tener el alma abierta para sentir, para emocionarme... Para volver a encontrar en la palabra el sentido de mi vida.

Y lo haré... Seguro.