Se la perdió la mirada en el reloj, justo cuando ambas manillas coincidían, marcando el tránsito de un día al otro.
El salón se encontraba saturado de palabras y sentimientos, de pérdidas y ausencias, que suspendidas en el aire como si fueran humo , las envolvían ya en la madrugada, donde las confidencias habían tomado protagonismo.
Pensaba en que ese era uno de esos momentos en los que se pone a prueba a las personas, en los que conceptos como la amistad, tan fácil de manejar, de aplicar a tantos, toma seña de identidad y se tiene que encarnar en acciones.
La mesa recogía lo pañuelos de papel arrugados, que guardaban las lágrimas desbordadas de ambas. La gata recorría majestuosa el borde la mesa, ajena a las confesiones que brotaban de los labios de las dos amigas, en esa noche de primavera. Fuera, en la calle, las voces y risas de alguien traían ráfagas de realidad que se entrecosian con su conversación.
Y ella, que siempre había valorado la amistad por encima de todo, sabía que le había llegado el instante de estar junto a su amiga, golpeada, destrozada por la terrible experiencia vivida.
Y se encontraba preparada para ello, a pesar de sus propias circunstancias, porque estaba segura de que en ese envite ella también saldría reforzada. No hay mejor manera de ayudarse que ayudando a los demás. Ella lo sabía muy bien.
La noche seguía su curso, envolviendo a las dos amigas que, como barcos golpeados por la tormenta, llegaban desarboladas, pero habiendo tomado la decisión de buscar refugio en el puerto de la amistad incondicional, en donde, con toda seguridad, repararían los daños, y volverían a navegar, como siempre, llenas de ilusión y ganas de vivir y con el viento a favor.
Sed felices
El salón se encontraba saturado de palabras y sentimientos, de pérdidas y ausencias, que suspendidas en el aire como si fueran humo , las envolvían ya en la madrugada, donde las confidencias habían tomado protagonismo.
Pensaba en que ese era uno de esos momentos en los que se pone a prueba a las personas, en los que conceptos como la amistad, tan fácil de manejar, de aplicar a tantos, toma seña de identidad y se tiene que encarnar en acciones.
La mesa recogía lo pañuelos de papel arrugados, que guardaban las lágrimas desbordadas de ambas. La gata recorría majestuosa el borde la mesa, ajena a las confesiones que brotaban de los labios de las dos amigas, en esa noche de primavera. Fuera, en la calle, las voces y risas de alguien traían ráfagas de realidad que se entrecosian con su conversación.
Y ella, que siempre había valorado la amistad por encima de todo, sabía que le había llegado el instante de estar junto a su amiga, golpeada, destrozada por la terrible experiencia vivida.
Y se encontraba preparada para ello, a pesar de sus propias circunstancias, porque estaba segura de que en ese envite ella también saldría reforzada. No hay mejor manera de ayudarse que ayudando a los demás. Ella lo sabía muy bien.
La noche seguía su curso, envolviendo a las dos amigas que, como barcos golpeados por la tormenta, llegaban desarboladas, pero habiendo tomado la decisión de buscar refugio en el puerto de la amistad incondicional, en donde, con toda seguridad, repararían los daños, y volverían a navegar, como siempre, llenas de ilusión y ganas de vivir y con el viento a favor.
Sed felices
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