La vida es sorprendente. Ayer tuve una experiencia increible. Después de treinta y cinco años me encontré con una compañera de colegio con la que hice todo el bachillerato, es decir, con la que estuve desde los once años hasta los dieciseis. Años muy importantes para unas adolescentes.
Por unas horas volvimos a vernos con nuestro uniforme y nuestros calcetines, con nuestra cartera llena de libros y el pelo recogido en una coleta.
Nuestro recorrido vital ha sido muy diferente, pero que duda cabe que aquellos años en los que convivíamos seis horas diarias nos dejó una huella importante.
Evocamos recuerdos y la sonrisa se dibujaba en nuestra cara. Supongo que también tendríamos nuestras "cosas", pero en el afecto con que nos hablábamos se percibían que debieron de ser pocas.
Yo creo que el tiempo nos ha tratado bien a ambas. Vi en ella una mujer segura, fuerte y vital. Un perfil que para nada me es desconocido.
Queríamos entonces ser independientes, profesionales, libres y me alegré mucho al comprobar que también ella lo había conseguido. Había logrado cambiar los calcetines por los tacones...y parecía satisfecha.
Sed felices.
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