Ese es el peso actualmente de mi nieta Leyre.
Leyre todavía no ha nacido, y está muy a gusto en el vientre de su madre, inconsciente del alcance de las nuevas tecnologías, que hoy han entrado en la inimidad materna para controlarla con una ecografía. Pero parece que Leyre va a ser muy celosa de su intimidad y sólo se ha permitido mostrar a sus padres un ojito y las costillas.
Sólo quedan cinco semanas para recibirla. Cinco semanas para que recorra ese corto pero transcendental camino que es el nacimiento. Cinco semanas para ¡por fin! ver su carita.
No puedo negar que estoy ansiosa y al mismo tiempo nerviosa por la llegada de ese día, que sé va a ser un giro en mi vida.
Me gustaría que algún día Leyre pudiera leer estas líneas que escribió su abuela Elena cuando ya faltaba poco para su nacimiento y que a través de ellas supiera que para ella ya pesaba toneladas de amor en su corazón.
Sed felices.
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