Llevamos tres días en Denia. Supongo que para algunos que lean esto no les parecerá nada interesante este tema pero quienes saben lo que es llegar a un lugar en donde no sólo te despojas de la ropa físicamente, sino también mentalmente, abandonando todos los elementos que te acogotan, trabajo, rutina, etc., me comprenderán.
No sé si es un fenómeno de autohipnosis, pero en el mismo momento en que bajamos las ventanillas para pagar el peaje y el aire húmedo del mar penetra en el coche, se pone en marcha un mecanismo que te empuja nada más que a disfrutar. Me calzo mis zapatillas de esparto ( con algo de tacón...), y todo mi ser se proyecta con la única intención de relajarme y descansar.
Vinimos a Denia la primera vez hace ya casi veinte años, y durante los veranos que volvimos de "alquiler" paseábamos con nuestros hijos pequeños, comiendo un helado y soñando con tener aquí una casita para alejarnos del "mundanal ruido". Tardamos siete años en lograrlo. Esta casa de Denia simboliza que los sueños en muchas ocasiones se pueden conseguir si se desean y sobre todo si se tiene la confianza necesaria.
Quizás en estos momentos tan confusos, tan difíciles, en los que se hace muy cuesta arriba ilusionarse, sería bueno un poquito de autohipnosis, de creer que todo no está tan mal y de pensar que si nos lo proponemos, seguramente alcanzaremos nuestras metas. No esperemos que nadie nos tienda la mano, si nosotros no la tendemos primero.
Yo he decidido acometer esta etapa nueva de mi vida , profesional y vital como explicaba en mi primera entrada, con la misma ilusión con que soñaba con tener una casa en la playa. Y seguramente a la vuelta de otros siete años veré también este sueño cumplido.
Sed felices.
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