No es que sea una aficionada a las infusiones, si exceptuamos el té, que ese sí, me gusta más que a un lord británico a las cinco de la tarde. A pesar de esta circunstancia, compré el otro día una que me pareció saludable, ya que prometía unas digestiones suaves. Está compuesta de manzanilla, menta y anises, y la verdad que tiene un aroma muy sugerente.
La suelo tomar después de la comida, sentada en sofá, en un jarrito que me compré en Londres. Me gusta aspirar el vapor que emana, mientras que me caliento las manos, que como española o español fino después de comer siento frío.
Ayer pensaba que sería estupendo poder hacer mezclas interesantes que, como las infusiones, nos hagan digerir mejor las cosas a las que nos enfrentamos en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, ante las situación de crisis que vivimos actualmente, haríamos una que contuviera optimismo, cariño y unos granitos de suerte, todo sumergido en agua de motivación bien caliente, y endulzado, eso sí, con azúcar, que a nadie le amarga un dulce.
Estoy segura que sería una infusión que nos tomaríamos con agrado. Pero mientras la inventamos, no estaría de más ser capaces de imaginarla, de olerla y de paladearla en nuestra mente. Seguro que algún efecto hace.
Sed felices.
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