Ya no recuerdo cuando se decidió que dos veces al año cambiáramos la hora, adelantando y atrasando el reloj, dentro de unos horarios que hemos llamado de verano e invierno, aunque adelantamos una hora en primavera y la atrasamos en otoño.
Este fin de semana hemos entrado, por tanto, en ese horario invernal y la noche se nos viene encima antes, con gran indignación por parte de muchos. No entiendo por qué. El sol ha salido y se ha puesto desde que el mundo es mundo y gracias a la luz eléctrica podemos alargar el día, realizando tareas que de otra manera serían imposibles y además de acostarnos con al ocaso y levantarnos al amanecer como nuestros antepasados.
Sinceramente, a pesar del tiempo transcurrido, sigo sin comprenderder este trasiego del reloj, que hace que estemos ya dos horas por delante de la hora sol, ya una hora. Pero tanto como maldecir que en invierno la noche dure más que el día, no. Creo que los ciclos estacionales son naturales, que durante los próximos cuatro meses el sol cruzará durante menos tiempo nuestra existencia, pero que tampoco están mal las tardes ya anochecidas de mantita, té caliente y un buen libro.
Sed felices.
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