sábado, 26 de noviembre de 2011

Camaleones


Se admira de este reptil la facilidad de camuflarse en el entorno para pasar desapercibido y no ser atacado. No entiendo el por qué de ese asombro cuando todos somos en muchas ocasiones camaleones. Yo sin ir más lejos practico ese estilo de "supervivencia" en ciertas situaciones.
Mi comida de hoy es un claro ejemplo. Ha sido una comida que denominamos de "primos". Y no porque resultemos un poco simples, sino porque nos juntamos los primos hermanos por parte de mi padre, junto con los cónyuges e hijos, siempre alrededor de la fecha del cumpleaños de nuestra abuela, el 25 de noviembre.
Somos dos líneas de descendencia, una de mi tía y otra de mi padre, y cada de ellas con un recorrido muy distinto. Una católica, apostólica y romana, de misa diaria y más de derechas que la pala del pescado. La otra, la mía, pisamos las iglesias lo imprescindible ( bodas, bautizos, comuniones y funerales )y nos movemos entre el socialismo y un liberalismo moderado, e incluso el ateísmo ha hecho mella en alguno. Tengo que aclarar que desde el punto de partida común, "España, una, grande y libre", los desviados del camino hemos sido nosotros, los Muñoz.
No obstante ambas partes hemos practicado desde siempre el camaleonismo en un claro ejemplo de adaptación al medio de unos y otros y por el sustrato de cariño que existe. Mi atuendo de hoy ha sido un claro ejemplo: falda negra, blusa de seda, zapatos de tacón y pelo recogido en una coleta adornado con un lazo. Todo propio de mi edad y condición, de una señora. Me ha faltado el collar de perlas.
En las conversaciones hemos obviado temas espinosos: política, religión....en los que sabemos chocamos. Trabajo, anécdotas comunes, ecos sociales y algún chiste subido de tono han trufado la sobremesa cordial. Dos besos al despedirnos y "un no tardemos tanto en vernos". Después todos hemos vuelto a nuestros colores originales.
El camaleón lo hace por sobrevivir y nosotros por mantener unas tradiciones que si no hace años hubieran muerto.
Sed felices.

1 comentario:

  1. No siempre es necesario el disfraz o el camuflaje. A veces sólo hay que ser coherente con lo que se piensa o con lo que se dice y esa actitud seguro que no puede ofender a nadie.
    Así que lo mejor es no disimular frente al propio espejo para que nuestro rostro sea tal cual: el rostro de un hombre común.

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