domingo, 23 de diciembre de 2012

Contraseñas

- Marque el número del pin, por favor.
Y la dependiente nos coloca  la TPV delante para que nosotros teceleemos el número que nos va a permitir pagar con tarjeta.
También cuando vamos al cajero, nos indica la pantalla que escribamos el número secreto, al igual que para desbloquear el móvil, acceder al correo electrónico, entrar en Facebook.
En todas estas acciones hay que picar unos números o unas letras que, como el Abracadabra del cuento, nos permite el acceso.

A veces pienso que los seres humanos también estamos programados con contraseñas y, en ocasiones, me encuentro con que necesitaría saber cuáles son las palabra o los números acertados para poder comunicarme con ciertas personas, cuyo hermetismo hace que sus pensamientos se oculten bajo siete candados.

Y mira que doy vueltas, digo, hablo, comento.... Pero nada. En la frente de mi interlocutor parece que está escrito: ¿Ha olvidado su contraseña? Y lo que es peor, al igual que una cuenta de cualquier red social o del propio teléfono, la insistencia en acceder a las ideas o pensamientos lo único que provoca es un bloqueo que ni con el número PUN -por cierto, que nombre tan gracioso- consigo desbloquearlo.

En fin, que en este mundo en el que todos nos movemos con esas cadenas alfanuméricas no sería desacertado que, cuando nos presenten a alguién, además de su nombre  nos diga cuál es su contraseña de acceso, más que nada por ahorrarnos intentos fallidos que llegan al agotamiento y, también,  porque hablando se entiende la gente.

Sed felices.

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