sábado, 29 de diciembre de 2012

Tal día hizo un año.

Lo bueno de escribir un blog, entre otras muchas cosas, es que funciona como un diario, en el que puedes ver como han ido evolucionando los acontecimientos y buscar situaciones anteriores. Por eso hoy, 29 de diciembre, he querido leer lo que escribí hace justo un año, el mismo día, pero en 2011. La entrada entonces se llamaba Complicación tranquila, como referencia a ese continuo estado en el que me muevo de montaña rusa, totalmente asumido ya por mi, pues son ya muchos los años que me conozco y en los que he aprendido a vivir con esa parte de mi misma que adora la sensación de mantener el equilibrio, mientras sostiene varias pelotas en el aire.
Acaba el 2012, que todo hay que decirlo, tampoco ha sido como para tirar cohetes aunque,en lo que a mi se refiere, sí ha colocado algunas cosas en su sitio, a pesar de que mentiene varias incógnitas.
Ante mi se abre otro año que tiene que asumir por subrogación aquellas cosas que este año viejo, en el que por cierto, no se acabó el mundo, deja como flecos.
Eso sí, los mismos propósitos del año pasado y de éste los quiero mantener para el venidero. Ocuparme de aquello en lo que puedo tener capacidad de resolución, tener salud, intentar ser lo más feliz posible, sabiendo que mi felicidad nace de la coherencia de mis actuaciones con mis sentimientos, trabajar para tener lo necesario que me satisfaga no más allá de esa felicidad que busco y sobre todo, cultivar la amistad y el cariño de aquellos que realmente sé que me quieren.
En fin, creo que no son  malos propósitos para afrontar este 2013 que, a poquito que se esfuerce, mejorará con creces el año que despedimos.

Y hoy, como siempre, mi deseo más sincero: sed felices.

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