lunes, 10 de diciembre de 2012

Con-vivencia

Soltó el bolso encima de la cama, y se sentó en el borde con un suspiro. Se quitó los zapatos de tacón, negros como las medias, como la falda. Últimamente gustaba de vestirse con prendas de ese color o de no color, que nunca supo definirlo. Movió despacio los dedos de los pies, un tanto entumecidos por el frío, aunque no tanto como su cabeza, después de la reunión que había tenido y de la que no había salido contenta.
En fin, pensó  a lo Escarlata O´Hara, mañana será otro día.  Se envolvió en el albornoz, se sujetó con una pinza la melena y se fue a la cocina a prepararse algo de comer.
Lo que vió la dejó sin aliento. Diseminado por el suelo aparecían  restos orgánicos, hechos trozos y que pringaban el suelo de vestigios de carne, grasa y algo de sangre.
Al lado trozos de cristal, que se mezclaban con los pingajos en un macabro batiburrillo.
Miró a su alrededor, como si de esta manera pudiera hallar solución al panorama que se había encontrado.
Una mezcla de repulsión y pena se mezclaba en su interior, cuando al entrar pisó un trozo de carne.
Y lo peor era que sabía quien lo había hecho. No cabía la menor duda.
¿Qué hacer? Porque algo tenía que hacer.
Retrocedió unos pasos al oír un ruido y vió veloz una sombra cruzar el pasillo y entrar en una las habitaciones.
Muy despacio, sin apenas ruido, se acercó sigilosa hasta llegar a la puerta. Se asomó y vió dos ojos relucientes clavados en ella.
- ¡Robin, gato malo!- gritó al animalito, que todavía se relamía con el banquete.
Una vez más su glotona mascota se la había jugado, tirando al suelo el plato con los restos de carne guisada que habían sobrado de la comida y que ella pensaba aprovechar para cenar.
Robin la miró con sus ojos verdes y maulló, lenta y suavemente, como si pidiera disculpas. Ella se acercó y rozó con sus dedos el suave pelo naranja y blanco del felino, que ronroneando, se froto en sus piernas, como muestra de arrepentimiento.
- ¡Que voy a hacer contigo!- exclamo, ya con media sonrisa.
Y dando la vuelta, se dirigió resignada a limpiar los restos del desastre. Al fin y la cabo no dejaban de ser riesgos de la convivencia, que nadie dijo que fuera fácil.

Sed felices.

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