Estos tres verbos, que tanto quebraderos de cabeza dan a los estudiantes de Lengua y Literatura, por aquello de confundir el atributo con el complemento directo, definen perfectamente, en mi opinión, el devenir de nuestra sociedad en estos momentos.
Durante mucho tiempo, sobre todo en estos años anteriores de riqueza, todos queríamos aparentar, todos queríamos parecer aquello que ambicionábamos, aunque fuera a costa de disfrazarnos, de superar nuestras propios límites. Coches, casas, viajes, eran elementos a lograr porque ponían de manifiesto el triunfo.
Pero vino la crisis y entonces vimos realmente donde estábamos. El milagro español, del que tan orgulloso estaba aquel presidente, que me niego a nombrar, pero que parece un remedo de Chaplin en El gran dictador, resultó ser un fiasco, un gigante con pies de plomo, asentado en una burbuja que nos estalló en la cara, dejándonos a todos con una expresión de perplejidad e incredulidad que todavía no se nos ha quitado.
Y tras todos estos meses de angustia, de cansancio y de incertidumbre, de idas y venidas, llegamos a lo que somos: una sociedad acostumbrada a pedir, pero poco a dar; a exigir, pero poco a buscar, que prefiere la seguridad al emprendimiento. Y sobre todo acomodada y perezosa, una sociedad en que los valores están enterrados bajo años de bonanza ficticia, de los que todos hemos sido responsables en mayor o menro medida. Una sociedad en la que no hay un tejido industrial potente que cree empleo, porque preferimos hacer negocio a invertir en investigación y desarrollo, en la que el paro golpea a jóvenes, muchos de los cuales abandonaron los estudios ante el espejismo de la construcción, que parecía no tener fin y se ven ahora sin unos mínimos estudios. Una sociedad que lleva al poder a quienes, basándose en falsas promesas, acaba con los logros de los últimos treinta años, sin darse cuenta que toda acción conlleva una consecuencia y de que el valor de las ideas es lo que hace progresar al un pueblo, no la cotización en bolsa..
Parecíamos invencibles, estamos agotados y somos como niños huérfanos y perdidos en busca de un padre de nos vuelva a coger en sus brazos y nos diga que todo irá bien.
Sed felices.
Durante mucho tiempo, sobre todo en estos años anteriores de riqueza, todos queríamos aparentar, todos queríamos parecer aquello que ambicionábamos, aunque fuera a costa de disfrazarnos, de superar nuestras propios límites. Coches, casas, viajes, eran elementos a lograr porque ponían de manifiesto el triunfo.
Pero vino la crisis y entonces vimos realmente donde estábamos. El milagro español, del que tan orgulloso estaba aquel presidente, que me niego a nombrar, pero que parece un remedo de Chaplin en El gran dictador, resultó ser un fiasco, un gigante con pies de plomo, asentado en una burbuja que nos estalló en la cara, dejándonos a todos con una expresión de perplejidad e incredulidad que todavía no se nos ha quitado.
Y tras todos estos meses de angustia, de cansancio y de incertidumbre, de idas y venidas, llegamos a lo que somos: una sociedad acostumbrada a pedir, pero poco a dar; a exigir, pero poco a buscar, que prefiere la seguridad al emprendimiento. Y sobre todo acomodada y perezosa, una sociedad en que los valores están enterrados bajo años de bonanza ficticia, de los que todos hemos sido responsables en mayor o menro medida. Una sociedad en la que no hay un tejido industrial potente que cree empleo, porque preferimos hacer negocio a invertir en investigación y desarrollo, en la que el paro golpea a jóvenes, muchos de los cuales abandonaron los estudios ante el espejismo de la construcción, que parecía no tener fin y se ven ahora sin unos mínimos estudios. Una sociedad que lleva al poder a quienes, basándose en falsas promesas, acaba con los logros de los últimos treinta años, sin darse cuenta que toda acción conlleva una consecuencia y de que el valor de las ideas es lo que hace progresar al un pueblo, no la cotización en bolsa..
Parecíamos invencibles, estamos agotados y somos como niños huérfanos y perdidos en busca de un padre de nos vuelva a coger en sus brazos y nos diga que todo irá bien.
Sed felices.
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