Allí esperaba el mar. Inmutable y cambiante.
El mar lleno de azules. que se revolvían en espumas blancas cuando el viento le invitaba a bailar.
El mar que bañaba sus pies morenos en los cotidianos paseos por la orilla, en los que sus pensamientos volaban más altos que las gaviotas o se hundían en las más profundas de las simas más oscuras.
El mar, que al cabo generoso, terminaba devolviendo a la orilla aquello que arrebataba.
Sabía que allí estaba el mar, con su perfume salobre, que envolvía su cuerpo y depositaba una fínisma capa de sal en su piel.
El mar, que guardaba el secreto de un nombre escrito un día en la arena y que quedó prendido para siempre en las olas que se lo llevaron.
El mar, distinto pero igual, la esperaba. Y ella fue fiel a su cita.
Sed felices.
El mar lleno de azules. que se revolvían en espumas blancas cuando el viento le invitaba a bailar.
El mar que bañaba sus pies morenos en los cotidianos paseos por la orilla, en los que sus pensamientos volaban más altos que las gaviotas o se hundían en las más profundas de las simas más oscuras.
El mar, que al cabo generoso, terminaba devolviendo a la orilla aquello que arrebataba.
Sabía que allí estaba el mar, con su perfume salobre, que envolvía su cuerpo y depositaba una fínisma capa de sal en su piel.
El mar, que guardaba el secreto de un nombre escrito un día en la arena y que quedó prendido para siempre en las olas que se lo llevaron.
El mar, distinto pero igual, la esperaba. Y ella fue fiel a su cita.
Sed felices.
Me están dando unas ganas de marchar hacia el mar... pero bueno al final me lo he pensado mejor y me quedo en tierra firme, que luego viene la Semana Santa y nos acabamos mojando sí, pero con agua de lluvia.
ResponderEliminar¡Feliz Semana!
Pues si cambias de opinión.... allí te espera. Un abrazo, Manuel.
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