martes, 6 de marzo de 2012

La caja de botones

Esta mañana, ordenando el costurero, se me ha venido a la mente una caja de botones que tenía mi abuela. Era de hoja de lata, plateada y azul , con unas letras también azules que decía, eso me lo tradujo mi padre que sabía francés, que era de galletas con mantequilla. Pesaba un montón, pues estaba llenita de botones de todas clases y era uno mis entretenimientos favoritos. Botones grandes, pequeños, redondos, ovalados, de nácar, de pasta, con dos o cuatro agujeros. Se me llena el corazón de ternura al recordar esas tardes en las que me sentaba a los pies de mi abuela, cerca del brasero- con cuidado, nena, no te quemes- y abría la caja y volcaba el contenido en la alfombra. Mi abuela repasaba la ropa, zurcía los calcetines con un huevo de madera y mientras yo ordenaba los botones por tamaño, por colores.
- Cuéntame la evacuación a Valencia, yaya- le pedía, porque sabía que a ella le gustaba explicarme como huyó de los bombardeos de Madrid durante la Guerra Civil, con mi madre de un año, a Valencia, en donde nació mi tío y permanecieron hasta el final de la contienda.
- ¿Y como era el camión, yaya?- yo le preguntaba, aunque me sabía de antemano la contestación.
- Pues un camión militar, hija, un poco destartalado- ella me respondía.
- Y pasaste miedo, yaya- continuaba preguntando.
- No tanto como cuando caía las bombas, mi niña. Además, ya ves, de todo se sale.
Y yo seguía colocando los botones, mientras mi abuela seguía zurciendo la ropa y ordenando sus pensamientos hasta que la luz de la tarde se ponía en el patio y entonces encendía una lamparita, se quitaba las gafas y me decía:
- Voy a preparar la cena.
Yo cerraba la caja con cuidado, guardado ya su contenido y apretando bien los bordes, que seguramente volvería a abrir en breve, encontrándome quizá , para mi sorpresa y alegría, con algún botón nuevo.
No sé que fue de esa caja de botones, pero las tardes con mi abuela en las que aprendí, a través de los avatares que tuvo que pasar, que en los malos tiempos no hay más solución que armarse de valor y tirar para delante, a pesar de los pesares,  nunca se me han olvidado. Hoy ordenando el costurero, lo he recordado y me he sentido bien.

Sed felices.

2 comentarios:

  1. Me ha encantado tu caja de botones, Elena, como todo lo que escribes. Me ha tocado la fibra,además. La razón es que tengo una estrecha relación con mi abuelo, un hombre con mayúsculas, que me ha contado historias muy parecidas a esta; eso sí bajo muchísima presión, porque no quieren hablar de ello. Estoy preparando varios relatos cortos, estilo los de buenasnochesnuevaorleans pero con este entorno, y, desde luego, menos graciosos.

    The Night Stalker is stalking you...

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  2. Gracias, Fernando. Los recuerdos de la infancia son rincones en los que me gusta encontrarme con objetos, detalles, o simplemente visiones de momentos felices. Tú sabes que, para los que nos gusta escribir, el conectar con otros es fantástico.

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