domingo, 25 de marzo de 2012

Tempus fugit

Que el paso del tiempo supone para algunos una inquietud y en casos extremos una obsesión no es ninguna novedad. La Historia y la Literatura está llena de ejemplos en los que hombres y mujeres han hecho lo imposible para retener al implacable Cronos en su inapelable viaje hacia los dominios de Tánatos. Basta recordar a Aguirre en su búsqueda de la Fuente de la eterna juventud o los pactos luciferinos que sirven de base a obras como Fausto o el retrato de Dorian Grey, pasando por ejemplos tan dantescos como el  de la condesa Bartholy, llamada la "condesa sangrienta", puesto que como tratamiento rejuvenecedor optó por bañarse en la sangre de doncellas asesinadas.
 Actualmente estos manantiales y contratos diabólicos se encuentran tras la puertas de los gimnasios y centros de estética, en donde las pociones mágicas adquieren los nombres de liposucción, cavitación, "lifting" o botox.
Ser jóvenes, atractivos y sanos se convierte en la tríada  de la sociedad actual.
Pero mira por donde que una serie de investigadores americanos han descubierto que el gráfico del sentimiento de felicidad en el ser humano a lo largo de su vida adquiere la forma de una U, en la que el punto valle se sitúa en  torno a los cuarenta y seis años, para empezar a ascender hasta llegar al punto álgido en la ancianidad entre los setenta y ochenta años, si la salud respeta, por supuesto. La falta de responsabilidades, más madurez al enfrentarse a las circunstancias y sobre todo, más facilidades para ocuparse de uno mismo, son las causas principales de esta situación más placentera.
"Tempus fugit", el tiempo se va, decían los clásicos. Y además inexorablemente. Pero mientras tanto es preferible intentar disfrutar que quejarnos de lo corta que es la vida.
Hoy hemos amanecido con un cambio horario. Habrá algunos que estarán diciendo que nos han robado una hora de sueño; otros se congratularán de una hora más de sol. ¿Quién disfruta más del tiempo?

Sed felices.


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