lunes, 2 de enero de 2012

¿Dónde vas, Caperucita?

El maravilloso mundo de los cuentos de hadas necesita actualizarse como las versiones de los sistemas operativos. Esta reflexión nace al observar la conversación de dos adolescentes esta mañana. Explicaré por qué.
Todos los niños y niñas , sin excepción por lo menos en Europa, aprenden desde pequeños el cuento de la niña  de largas trenzas y de capa encarnada que, desobedeciendo a su madre, atraviesa el bosque para acabar dándose de bruces con el lobo. El final lo conocemos todos.
Que los cuentos infantiles guarden mensajes subliminales no se le oculta a nadie. En los análisis desde el punto de vista psicológico de estas historias es muy curioso como, a través de los personajes femeninos, se manejan conceptos un tanto estereotipados. En el caso que nos ocupa está totalmente claro. La niña desobediente que, contradiciendo las instrucciones de su madre, sufrirá el encuentro con el lobo, quien a su vez devorará a la niña y a su inocente abuela (y eso que la pobre estaba enferma en la cama y no debía ser muy apetitosa). Moraleja: esto es lo que les pasa a las niñas rebeldes que piensan por si mismas y hacen caso a extraños. La simbología de la niña, el lobo, la abuela, el cazador (o leñador) está clara.
En los tiempos que corren y visto lo visto, creo que se imponen una revisión de estos cuentos, y adaptarlos mejor a la realidad. Por ejemplo el que estamos comentando. Las niñas actualmente ya no cruzan el bosque, van a la discoteca, en la que en vez de lobos, la fauna que se pueden encontrar son "buitres".No llevan una caperuza roja, sino minifaldas y botas. Las abuelas ya no se quedan en sus cabañas del bosque, sino que se apuntan a cruceros y viajes del Imserso o están en residencias .  Y apenas quedan leñadores, con tanto bosque arrasado por la burbuja inmobiliaria.
En conclusión,  sin lugar a dudas , la clásica escena entre la muchacha y el lobo si la adaptamos al siglo XXI quedaría más o  menos así:
- ¿Dónde vas Caperucita?
Y la niña contestaría:
- Donde me da la gana, no me ralles, gilip....
Y el pobre lobo acabaría tomando ansiolíticos.

Sed felices

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