miércoles, 25 de enero de 2012

Sex(t)o

No deja de asombrarme el empecinamiento que tienen algunos miembros de la Iglesia Católica, sobre todo su jerarquía,  en anatemizar todo lo que se refiera a la libertad sexual.
Como una ya tiene cierta edad, tuve que aprender el catecismo, y por cierto, igualmente los mandamientos de la ley de Dios, que son diez. Pero estos jerarcas parece que todo lo reducen al sexto: "no cometerás actos impuros".
Llevo varios días escuchando a miembros de la jerarquía eclesiástica  dale, que dale al molino, seguir insistiendo en lo catastrófico que es para la humanidad "fornicar", las diferentes opciones sexuales o el aborto. No quisiera caer en las argumentaciones fáciles, pero verdaderas, de los ejemplos antiguos y recientes en los que miembros de la Iglesia están implicados en cuestiones relacionadas con el sexo, algunas de ellas aborrecibles sin olvidar que conculcan repetidas veces muchos otros mandamientos por activa o por pasiva.
Con la de cosas a las que se podían dedicar estos mandamases, entre ellas a mejorar la vida de los más necesitados vendiendo tanta y tanta posesión terrenal, y pierden el tiempo en entrar a husmear en quien se acuesta con quien, cuántas veces o si la píldora del día después es un billete al mismo infierno. Y sobre todo a juzgar con muy poca demostración de caridad cristiana
A tanto obispo y cardenal les aconsejaría que basta con  asumir una de las sentencias atribuidas a Jesús más clarificadoras  y  recogida   por Juan en su evangelio y que se refiere a aquellos que, hurtando el amor y la comprensión hacia los demás, dicen ser buenos cristianos:
"Si no amas a tu hermano a quien ves, ¿cómo puedes decir que amas a Dios, a quien no ves?



Sed Felices

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