Acababan las Navidades que más había temido que llegaran. Habían sido las primeras sin su padre, pero curiosamente, quedarían en su memoria como una de las mejores.
Recordaba como hace muchos años, viendo el acueducto de Segovia, entonces ya era una apasionada del arte, su padre señaló la piedra central de un arco y dijo:
- Mira, nena, esa es la clave, si quitamos esa piedra el arco se desmorona. Es la que soporta la tensión lateral de las otras dovelas.
No hace falta decir que para ella su padre había sido la piedra clave de su familia, el que servía de soporte a la presión que ejercía cada miembro. Y no tenía por más que confesar que en momentos había temido que al faltar él todo se desmoronara.
Pero las Fiestas que acababan eran la prueba de que no había sido así. A pesar de sus encontronazos a veces fuertes, fruto del temperamento y casta de los cuatro , se había dado cuenta que sus hermanos y ella no habían perdido esa piedra clave, que estaba y estaría por siempre, representada en los valores y principios que su padre les enseñó.
Y nada más ejemplar que las celebraciones que habían llevado a cabo, en las que habían hablado de él, con añoranza de la ausencia, pero sin dramatismo.
Lo mismo que sus nietos y nietas. Su abuelo estaba presente en cada uno de ellos.
Y la piedra clave seguiría ahí, sustentada a su vez por la fuerza de un amor que, como las piedras del acueducto, el tiempo no desgastaría jamás.
Lo dicho, una de la mejores Navidades.
Sed felices
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