Su cuerpo es bello, como bello era el significado de su nombre, Luzbel. Un cuerpo de dios clásico, en el que el miedo y la rabia ya han hecho presa. Bajo él, conversaciones, risas, besos de enamorados, personajes de domingo ignorantes de la tragedia que su figura representa.
De su boca muda se expande un grito sin sonido, un grito de sorpresa, de ira, de dolor, ante el desprecio del ser amado que le arroja de su lado, al abismo, haciendo que en su corazón nazca el odio y el mal. Con su brazo se intenta tapar la cara, quizá huyendo de la luz del sol porque sabe que su visión le estará prohibida para toda la eternidad. Su gran pecado fue no querer servir a Dios.
Y por ello fue condenado al abismo de los Infiernos.
Hoy le he vuelto a ver y su imagen ha calado en mi como la primera vez, como todas las veces que he visto su cuerpo torturado, retorcido y abrazado por la serpiente del pecado, intentando alzar por última vez sus alas, antes de la caída final, antes de convertirse para siempre en Lucifer, el Diablo, condenado por ansiar la libertad. Solo ese fue su pecado: "non serviam".
Y bajo él, pasan los días, hombres, mujeres y la vida sin atisbo de rebeldía....
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