
¿Cuántas veces había recorrido ese sendero? Incontables. Levantó la vista y diviso la torre de la iglesia con su reloj parado, a pesar de que sonaba el carillón. Oyó doce campanadas, ya era mediodía. Sus pensamientos volaban como los grajos que cruzaban ante sus ojos, rápidos y girando de vez en cuando en su propia trayectoria. Odiaba cuando entraba en esos pensamientos circulares, que iban y venían, subían y bajaban. Pero no podía remediar dar tantas y tantas vueltas. Como diría aquel, estaba en su naturaleza.
Hacer, no hacer, decir, callar.... Sintió frío en las manos y se las metió en el bolsillo. De repente por detrás escuchó una voz que pronunció su nombre. Se giró y vio su sonrisa, esa sonrisa que la acompañaba desde hacía tanto tiempo.
Le extendió su mano, sonriendo también, y cogió la suya. Su pensamiento volvió a levantar el vuelo, llevándola muy lejos, para retornar después....
Me gusta mucho la fotografía y el tono poético de la entrada. Después de la contemplación de la belleza y de dejar abierta la puerta a los sentidos, retornar a lo diario; un buen consejo.
ResponderEliminarComo siempre un placer encontrar esa conexión sensitiva, José Luis. Un beso.
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