domingo, 2 de octubre de 2011

Otros ojos


Se había acostumbrado a mirarse en esos ojos claros, de pestañas doradas, mansos y tiernos casi siempre, aunque capaces de endurecerse ante la ira. Se reflejaba en ellos de la misma manera cotidiana con que se contemplaba en el espejo todas la mañanas, sin sorpresas, con la rutina que nos ofrece la normalidad.
Quizá por ello, porque sus pertrechos estaban preparados para otras guerras, no pudo sustraerse al imperioso imán de esos otros ojos, oscuros como las aguas del Estigia, la primera vez que los vió. Luchó con todas sus fuerzas para salir de su órbita, pero ni el más grande astro que circunda el universo era capaz de tener tal capacidad de atracción.
Eran pupilas de pasión , de promesas de fuego eterno. De ese mismo fuego, se decía, en el que deben arder los condenados al Infierno. Y aún sabiendo que serían su perdición, se dejó caer en el abismo de esos otros ojos, sin importarle nada más que descubrir sus profundidades.

Sed felices.

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