Tomar decisiones nunca es fácil. En cambio es una de las acciones más habituales a la que nos enfrentamos en nuestra vida diaria. Desde las más simples, como qué ropa me pongo, hasta las más complicadas, que tienen que ver con los negocios o los sentimientos.
Dicha dificultad viene dada por un elemento primordial: la incertidumbre, esa sensación de no conocer de antemano las consecuencias que nuestra opción final va a tener. Es francamente inquietante y llega a veces a nublar nuestra capacidad de ponderar cuál es la alternativa más positiva.
Por eso, cuando llega el momento de decidir, sobre todo ante cuestiones que no admiten dilación y que de no solucionarlas cada vez se vuelven más complicadas, no existen más que las decisiones que yo llamo de esparadrapo. Se toman como arrancamos esa tira pegajosa: de un tirón. Es verdad que en principio puede doler e incluso dejar rojeces en nuestro ánimo, pero sin lugar a dudas será mejor que ir a tironcitos, poco a poco, prolongando el escozor.
Sed felices
No hay comentarios:
Publicar un comentario