Sobre la mesa estaba la lista con los pros y los contras. Era un sistema que siempre había utilizado para tomar decisiones, pues le parecía justo y ponderado. Lo más parecido a un balance contable. Cuando la fila de los pros lanzaba el resultado más positivo, la decisión era fácil. Si por el contrario, era la lista de inconvenientes la que arrojaba un número más abultado, desestimaba la opción. De esa manera, tomar el camino más conveniente era sencillo.
Pero aquel día fue distinto. Sus ojos miraban las dos listas, repasando una y otra vez las razones, los argumentos en una y en otra. Su mente racional por primera vez chocaba con sus sentimientos. Una decía que no había ninguna otra posibilidad lógica de decidir que la que mostraba el papel. Pero sus sentimientos se negaban a aceptarlo.
Siempre había entendido que la vida era una cuestión de equilibrios, como en una balanza. Si un platillo caía respecto al otro era porque su contenido había dejado de tener peso frente a lo demás.
Entonces, ¿Por qué esta vez se negaba a aceptarlo?
Sus ojos quedaron fijos en el papel durante un tiempo que le pareció interminable mientras un montón de imágenes y sensaciones se agolpaban en su cabeza. Luego, lentamente suspiró, lo cogió, lo volvió a leer despacio, muy despacio y después tachó una de las listas.
Sed felices
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