jueves, 8 de noviembre de 2012

Mil palabras, mil vidas...

Aunque en la superficie parecía moverse en las aguas tranquilas de una laguna, en su interior fluían  con la fuerza de un torrente contenido. El equilibrio externo, forjado en disciplina y en el sacrificio que conlleva conducir la propia voluntad, que a veces díscola, pugnaba por ir al propio albedrío, se rompía en el momento que una mirada, surgida de la curiosidad o simplemente de la emoción, afloraba a sus ojos.

Si no fuera porque la física lo impide, hubiera sido el ideal descubridor de la cuadratura del círculo, por aquello que de simetría y orden tiene el tal polígono, aunque su imaginación  se perdiera en las redondeces de ciertas pupilas. Apóstol de la correción formal, gustaba de señalar ciertas faltas y defectos, ya que enseñar al que no sabe seguía siendo una obra de caridad, aunque, en ocasiones, ese afán de perfección no fuera recibido con el mismo entusiasmo por parte del corregido, quien no acababa de ponderar la importancia de una coma mal colocada en el devenir del universo.

Y no obstante, esa contradicción entre lo que pensaba y lo que sentía y que, a veces, le hacía obrar como pensaba que debía sentir, no le inquietaba en exceso. Quizá porque sabía que todo lo que dentro de él bullía como la lava de un volcán terminaría por brotar en las líneas escritas. Por eso era escritor, para contar en boca de otros aquellas emociones que se quedaban tras la sonrisa esbozada o la mirada tímida pero descarada, más explícitas que mil palabras, y así poder vivir mil vidas con que afrontar una existencia vestida con lo cotidiano.

Sed  felices.

2 comentarios:

  1. Querida Elena, ya me lo has oído comentar alguna vez. Mario Benedetti escribía para que los demás resucitaran afectos. Hay quien escribe para reconocerse; otros por prestigio social... Sólo aciertan aquellos que escriben por necesidad, que nunca dejan sobre el papel una palabra sin sentido. Estos son los verdaderos escritores, que siempre encuentran cerca lectores tan inteligentes como tú. Un abrazo y un folio en blanco para compartir.

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  2. Gracias, José Luis. Sí, la necesidad es el motivo para escribir, como el hambre para comer....
    Un beso

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