21.40 de la noche del 25 de septiembre de 2012. Me llega un WhatsApp a mi móvil de uno de mis hijos.
- Mira la pancarta.
Abro la imagen que me envía. Sobre un montón de cabezas de manifestantes leo: "Hoy empieza el cambio". Sonrío, a medias, pues ya he comenzado a recibir noticias de que la cosa se ha puesto fea y que las cargas policiales están tomando el protagonismo. Le pregunto que si está bien y él me contesta que sí, que ha conseguido salir cuando han empezado los palos.
Los palos.... Más de treinta años transcurridos y volvemos a ver a la policía con la porra en alto, pero esta vez no soy yo sino mis hijos los que pueden sufrir su castigo. ¿Para este viaje, esas alforjas?
Hoy veo en la prensa una fotografía que me conmueve y revuelve mi conciencia de demócrata convencida: un muchacho, que bien podría ser mi hijo, con la cara ensangrentada, es sujetado por otro y atendido por una muchacha, reviviendo una imagen que me evoca a la de una Piedad, moderna, víctima nuevamente del poder establecido.
Tengo el temor de no saber cuál es el camino, a dónde nos llevan estas tormentas y con que fin. No sé si todo este clamor se verá en días diluido en la vorágine una vez más de los mercados, que son al fin y al cabo los que azuzan las porras de los antidisturbios.
¿Dónde están los que pusieron a este gobierno, con su aplastante mayoría absoluta, al frente del país? ¿Qué piensan? ¿Estaría alguno ayer en la manifestación, desencantado y apoyando este movimiento popular? Me temo que no. Solo están callados, quizá por vergüenza, los menos, o porque saben que no es la primera vez que España aparece segada en dos, o en tres, porque Artur Más ha iniciado, aprovechando que lo del Pisuerga, su propia guerra de la Malvinas.
En fin, que yo he guardado la foto de la pancarta. Quizá, con el tiempo, se convierta en la imagen de un acontecimiento histórico, no lo sé. Mientras, una de las dos España me sigue helando el corazón.
Sed felices.
- Mira la pancarta.
Abro la imagen que me envía. Sobre un montón de cabezas de manifestantes leo: "Hoy empieza el cambio". Sonrío, a medias, pues ya he comenzado a recibir noticias de que la cosa se ha puesto fea y que las cargas policiales están tomando el protagonismo. Le pregunto que si está bien y él me contesta que sí, que ha conseguido salir cuando han empezado los palos.
Los palos.... Más de treinta años transcurridos y volvemos a ver a la policía con la porra en alto, pero esta vez no soy yo sino mis hijos los que pueden sufrir su castigo. ¿Para este viaje, esas alforjas?
Hoy veo en la prensa una fotografía que me conmueve y revuelve mi conciencia de demócrata convencida: un muchacho, que bien podría ser mi hijo, con la cara ensangrentada, es sujetado por otro y atendido por una muchacha, reviviendo una imagen que me evoca a la de una Piedad, moderna, víctima nuevamente del poder establecido.
Tengo el temor de no saber cuál es el camino, a dónde nos llevan estas tormentas y con que fin. No sé si todo este clamor se verá en días diluido en la vorágine una vez más de los mercados, que son al fin y al cabo los que azuzan las porras de los antidisturbios.
¿Dónde están los que pusieron a este gobierno, con su aplastante mayoría absoluta, al frente del país? ¿Qué piensan? ¿Estaría alguno ayer en la manifestación, desencantado y apoyando este movimiento popular? Me temo que no. Solo están callados, quizá por vergüenza, los menos, o porque saben que no es la primera vez que España aparece segada en dos, o en tres, porque Artur Más ha iniciado, aprovechando que lo del Pisuerga, su propia guerra de la Malvinas.
En fin, que yo he guardado la foto de la pancarta. Quizá, con el tiempo, se convierta en la imagen de un acontecimiento histórico, no lo sé. Mientras, una de las dos España me sigue helando el corazón.
Sed felices.
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