sábado, 22 de septiembre de 2012

Cosas de abuela

No puedo evitar hundir mi cara entre sus rizos, en los que se enredan restos de galletas y alguna que otra brizna de hierba. La abrazo y parece que de su cuerpo tan leve emana la energía de cien volcanes, que me hace olvidar la rutina del día y sus sinsabores.  Me parece mentira todavía saber de su existencia, cuando hace tan poco tiempo, descubría yo misma ese amor tan profundo con la llegada de su padre.

Todo en ella es asombro, todo en ella es  alegría. El paso de un pájaro, el vuelo de una mariposa o, simplemente, que cojamos una pequeña piedra del suelo del parque hace que sonría mostrando sus dientes menudos y me mire con esos ojos negros en los  que brillan chispitas de luz, que ocultan las sombras de lo cotidiano.

Con su pequeña lengua traba las sílabas, a veces sin dificultad, a veces convirtiendo el diálogo en un  juego de adivinanzas, en el que sus palabras se disfrazan, en una confusión de vocales y consonantes. Su mundo es el mundo pintado de colores que no manchan, abierto a las más maravillosas experiencias que caben en un oso de peluche o en una servilleta convertida en marioneta.

¡Cómo la quiero! ¿Más que mis hijos?, no es eso. Es otro amor nacido de otra persona, que soy yo ahora, más serena, más tranquila y a lo mejor un poco más sabia, porque agarrada de su manita, vuelvo a ver el mundo con la ingenuidad de su mirada que es, tal vez, como habría que contemplarlo.

Cosas de abuela.....

Sed felices.

2 comentarios:

  1. Querida Elena, el trascurso del tiempo muda el entorno, pone ante los ojos nuevas luces y sombras. Tu nieta está preciosa y entiendo muy bien la reflexión que impulsa tus vivencias.
    No somos nada sin el tejido cálido de los sentimientos.
    Un beso fuerte.

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  2. Es cierto, querido José Luis. Sentir de nuevo, aunque de otra manera, que eres guía de unos pequeños pasos, abre los poros de los más profundos sentimientos.
    Otro beso para ti.

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