viernes, 13 de julio de 2012

Estimada Señoría...

Dos puntos.
Me permito dirigirme a usted con la legitimidad que me concede formar parte del pueblo soberano a quien usted representa, aunque sin mi voto a su partido, vaya por delante.
Supongo que para usted, Andrea,  hoy es un día especial , porque, como dijo en su momento Andy Warhol, todos tenemos nuestros diez minutos de fama, conseguida por su señoría y por méritos propios en los segundos que se tardan en pronunciar estas tres palabras: ¡qué se jodan!.
Contemplo su imagen, la que corre por las redes sociales, que me muestra su carita de niña pija y bien criada a la sombra de uno de los personajes más siniestros de la Historia reciente de nuestro país, encausado en no se sabe cuantos procesos por corrupción y además protagonista de unos de los episodios más chuscos, como ha sido el aeropuerto fantasma de Castellón.
Ayer, sentada en su escaño de diputada, cargo al que le debe el respeto de lo que representa y que es la esencia de nuestro Estado democrático, debió sufrir una especie de arrebato místico-barriobajero, que haría temblar al propio Snoopy vestido de Lacoste, y se lanzó en cuerpo y alma a rematar con esa exclamación que me temo sustituirá en breve a la que el rey lanzó en su momento, y que supuso el lazo adecuado al paquete de medidas con las que nuestro ínclito presidente y líder suyo apuntillaba el Estado de Bienestar.
No es de extrañar. El carisma de Rajoy  es tan apabullante que entiendo  que nadie se quede impasible, y además quiera ir más allá de los aplausos con los que sus compañeros de partido y de Cámara jaleaban las banderillas negras que suponían las decisiones tomadas para calmar las furias de los mercados.
Por ello, he de decir que incluso su reacción me pareció moderada. Debió acompañar ese ¡Qué se jodan! con un lanzamiento de bragas y sostén, como hacían las fans de Jesulín de Ubrique, en aquellas tardes taurinas. ¡Qué momento sublime! Bragas, sostenes, e incluso calzoncillos volando por el hemiciclo, como palomas multicolores para celebrar ese 12 de julio de 2012, en el que los derechos de los españoles quedaron "jodidos y bien jodidos".
¡Qué orgulloso debió sentirse su padre, el "capo" Carlos Fabra,  ayer al ver a su niña seguir sus pasos! Seguro que rodaron lágrimas de cocodrilo tras los cristales negros de sus gafas  y se emocionó su corazón de cartón piedra al contemplar como su cachorrita sacaba los colmillos y gruñía, defendiendo la mano que le da  huesos que roer.
En fin, mi querida señoría, espero que el eco de esas tres palabras la persiga de tal manera que sean el epitafio que figure en su tumba política y ,entonces, la jodida sea usted.

Atentamente,

Una Ciudadana

Sed felices.


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