Mientras realiza la tarea cotidiana de hacer las camas y arreglar la alcoba, ve entrar una mariposa por la ventana. Al principio cree que es una polilla, pero no, al trasluz del sol que entra contempla la belleza de sus alas extendidas de color naranaja. Revolotea por la habitación, y se dirije hacia la pared opuesta a la ventana.
Ella cierra la puerta, con la sana intención de que, dejándola una sola alternativa para salir, la mariposa se dirija hacia la luz, hacia la ventana que le permitirá volver al jardín y por tanto a la libertad.
Pero, por el contrario, observa con sorpresa como el bello insecto insiste en chocar una y otra vez contra la pared, alejándose y acercándose, como si su leve cuerpo pudiera abrir una grieta en el ladrillo.
De nada sirven los aspavientos que ella hace con las manos, inténtando guiarla hacia la salida. Vuelve y vuelve, una vez y otra a ese muro que la cierra el paso.
Al final, agotada, la mariposa cae sobre la cama, donde queda casi inerte....
Ella se acerca, y con la punta de los dedos, intenta cogerla con cuidado, la coloca en el alféizar y sopla levemente como intentando insuflarla el aliento que la falta. Pero la mariposa no se mueve.
Cierra la ventana y corre las cortinas, en un gesto de pudor y de lástima.
¿Por qué la mariposa- piensa- habiendo tomado el camino equivocado, siguió en sus trece hasta el final? Vanos fueron sus esfuerzos por intentará salvarla. Su instinto, confundido, la llevó hasta su destino.
Como tantas veces, en otros escenarios, de nada sirve tender la mano, si el otro no quiere agarrarse a ella.
Sed felices.
Ella cierra la puerta, con la sana intención de que, dejándola una sola alternativa para salir, la mariposa se dirija hacia la luz, hacia la ventana que le permitirá volver al jardín y por tanto a la libertad.
Pero, por el contrario, observa con sorpresa como el bello insecto insiste en chocar una y otra vez contra la pared, alejándose y acercándose, como si su leve cuerpo pudiera abrir una grieta en el ladrillo.
De nada sirven los aspavientos que ella hace con las manos, inténtando guiarla hacia la salida. Vuelve y vuelve, una vez y otra a ese muro que la cierra el paso.
Al final, agotada, la mariposa cae sobre la cama, donde queda casi inerte....
Ella se acerca, y con la punta de los dedos, intenta cogerla con cuidado, la coloca en el alféizar y sopla levemente como intentando insuflarla el aliento que la falta. Pero la mariposa no se mueve.
Cierra la ventana y corre las cortinas, en un gesto de pudor y de lástima.
¿Por qué la mariposa- piensa- habiendo tomado el camino equivocado, siguió en sus trece hasta el final? Vanos fueron sus esfuerzos por intentará salvarla. Su instinto, confundido, la llevó hasta su destino.
Como tantas veces, en otros escenarios, de nada sirve tender la mano, si el otro no quiere agarrarse a ella.
Sed felices.
El miedo a la libertad... La dependencia... el vértigo de lo desconocido... Todo lo que nos hace agarrarnos a lo que en este momento tenemos. La seguridad que creemos poseer y que no es más que hábito o costumbre...
ResponderEliminarolvidar que se poseen alas, que es el motor que eleva hacia las alturas...