Un viaje relámpago a Marruecos, a la ciudad de Tánger. Cuarenta y ocho horas de colores y aromas. Esa es la impresión que en mi retina ha dejado este fin de semana con amigas.
Dos días en los que el azul del mar, en la encrucijada que supone el estrecho de Gibraltar, donde se besan el Mediterráneo y el Atlántico, se vuelve intenso, se convierte en el añil que adornan las paredes de la ciudad de Assilah, que junto con el blanco de la cal se convierte en un ascua de luz reflejando el sol.
Luego la explosión de color de las tiendas de los zocos, en donde las chilabas, las babuchas, las mantas, los turbantes, transforman las calles en un arco iris tras otro.
Pero lo que más impronta deja en la memoria es el olor de las especies. La cúrcuma, el cilantro, el laurel, la nuez moscada, la manzanilla, la rosa mosquera, la canela....
Colores y aromas que, en mi recuerdo, construyen sensaciones acogedoras y agradables, que confluyen en una tienda de los nómadas, en la Medina de Tánger, rodeada de seda, lana, fibra de alóe vera en forma de colchas, mantas, tapices, bebiendo té de menta muy despacito, mientras el mundo sigue girando fuera, y que se resume en una palabra en árabe con la que te despides: saja !, calma y paz.
Sed felices. Saja!
No hay comentarios:
Publicar un comentario