Creyó que existían los príncipes azules y que los caballeros luchaban contra los dragones y salvaban doncellas.
Pensó que si tenía cuidado, no se apartaba del camino, y no hacía caso a extraños, jamás, jamás tendría que esconderse del lobo.
Construyó su casa, sólida, de ladrillo, para que ningún viento la pudiera derrumbar.
Se imaginó bailando con zapatos de cristal, mientras le sostenían los brazos del hombre soñado y un reloj daba las doce.
Y procuró no morder las manzanas que le ofrecían aquellos que decían mirar por su bien, a pesar de lo apetecibles que pudieran parecer.
En fin, que creyó en los finales felices y en comer perdices.
Pero cuando pasó última página nada más encontró escrito: "Colorín, colorado, sólo era un cuento, y este cuento se ha acabado".
Y por su mejilla rodó una lágrima....
Sed felices.
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