lunes, 16 de septiembre de 2013

Un segundo por una eternidad: un relato para el fin del verano.

La tarde caía y los árboles alargaban sus sombras, intentando agarrar esos últimos rayos de un sol que buscaba ya aquel lado oculto del mundo.
En la radio sonaba una música suave, apenas imperceptible, pero que vestía el momento de sosiego y tranquilidad solo rotos por el tenue sonido al pasar las páginas del libro.
Levantó la cabeza. El jardín, ya casi en penumbra, evocaba otros momentos, otros tiempos. Como ecos de voces del pasado escuchó risas de niños- tal vez entre ellas la suya-, canciones que festejaban cumpleaños o simplemente su nombre en los labios de quienes ya no volverían a pronunciarlo.
Se permitió ese momento  de nostalgia, de buscar en el pasado, porque no era doloroso, sino cálido: estaba lleno de cariño y de recuerdos felices.
Cerró el libro y cerró los ojos con un suspiro, deseando depositar ese instante en el  rincón de su memoria donde guardaba los momentos inolvidables.
- ¿En que piensas?- la voz de él rompió el silencio ya casi nocturno.
Ella giró la cabeza para mirarle y, de repente, le volvió a ver. Después de mucho tiempo volvió a encontrarse con su mirada, con lo que él significaba. Sonrió.
-En que a veces me olvido de que la felicidad solo depende de mi.
Y él, acostumbrado a su peculiar forma de ser, a esas respuestas un tanto desconcertantes que en ocasiones dejaban todavía más incógnitas abiertas, acarició su mano en silencio. Sabía que, como el agua entre los dedos, sólo la podía retener unos momentos, hasta que volvía a volar a su mundo, ese mundo que decía estaba al otro lado del espejo. Sabía que tenía que ser así, que no había otra forma de quererla, pero le merecía la pena, pues sus ojos y su sonrisa llenaban de dicha un simple segundo y lo transformban en una eternidad....

Sed felices.




1 comentario:

  1. Qué bonito lo has hecho, me has recordado una etapa de mi vida muy bonita y de la que tengo muy buenos recuerdos.
    Un fuerte abrazo.

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