jueves, 5 de septiembre de 2013

Mosquitos

Esta noche me han picado los mosquitos.
Después de todo el verano haciéndoles la cobra, a base de repelentes e insecticida, esta noche ha llegado su venganza y además con alevosía, pues las picaduras las han colocado en zonas a las que me era casi imposible acceder  para calmar el picor.
Cuando era niña y estaba convalenciente del sarampión me regalaron un cuento en el que se narraba una historia sobre estos odiosos insectos. Ni más ni menos, decía, que son vestigios de los antiguos dragones, muy venidos a menos, como se puede comprobar. Lo que no recuerdo es el  motivo por el que fueron empequeñeciendo. Tal vez es esa la causa de su ataque furibundo: el cabreo por haber perdido el estatus nada despreciable de dragones que luchaban contra caballeros, para terminar teniendo que esquivar aerosoles venenosos y colonias repelentes.
Anoche, cuando me encontraba en pleno safari mosquiteril, recordé esta leyenda y, como no, enseguida me vino la moraleja: no hay enemigo pequeño; es más, los hay que, cuanto más mindundis son, más te tocan las narices (y no hablo solo de bichos).
En fin,  que a pesar de haber visto contra mi costumbre las noticias, de saber que hoy tendría que trabajar y de tener por delante un montón de cuestiones, ese heminóptero, enano y puñetero, ha sido el único capaz de tenerme toda la noche en danza.
Y luego decimos que la naturaleza es sabia...

Sed felices.

Sed felices.

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