miércoles, 11 de septiembre de 2013

Corazón roto

Hay muchas clases de corazones rotos.

Corazones como de barro rotos en grandes trozos que, con cuidado, se puede pegar sin que se noten demasiado las junturas. Son  fuertes, hechos a los avatares del destino y que, aunque con muchas cicatrices, siguen acogiendo sentimientos sin rezumar demasiado.

Pero otros son frágiles y cuando se quiebran lo hacen en mil pedazos, en añicos, estallando como esos vasos de Duralex de nuestras madres. Son trocitos cortantes y filosos que pueden hacer sangrar en un descuido, muy difíciles de rehacer y que requieren mucha  paciencia. Algunas veces llegando al final de la reconstrucción ,se echa a  faltar algún pedacito olvidado en algún rincón y ahí queda el hueco para siempre.

Tal vez-pensó ella- existan corazones irrompibles.

No hubo de pasar mucho tiempo cuando conoció a quien tenía uno. Estaba hecho  de algo parecido al plástico, como el del juego de anatomía que tenía de pequeña. Todo resbalaba por su superficie sin que sufriera ningún menoscabo: era totalmente impenetrable al sentimiento, a pesar de su aspecto externo, limpio y reluciente. Con él no se sufría, pero tampoco se sentía la felicidad y todo era oscuro.

Entonces, se dio cuenta de que, a pesar de las junturas pegadas o de lo pequeños pedazos que hubiera que recoger, no  importaba tener un corazón vulnerable y frágil, si con él podía sentir la sístole y diástole de la vida.

Sed felices

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