jueves, 19 de septiembre de 2013

Pereza

Hay cosas en esta vida que me dan una pereza espantosa. Y también personas, he de reconocerlo: hay algún prójimo que me produce mucho, mucho, mucho cansancio.

Empecemos por el que siempre se está quejando: de lo mal que va todo, de lo mal que le va él, de la salud, del dinero, del amor, de los pájaros y de las flores.... Tan cansino que dan ganas de decirle que casi le está bien empleado, por eso, por cansino.

Seguimos por el caso contrario, con aquel que está por encima del bien y del mal y su palabra es ley. Tan pagado de si mismo que produce repelús. Se ha instalado en su atalaya, desde donde otea a todos los mindundis que reptamos bajo él, según su docto criterio: el suyo, claro. Y se permite aconsejar bajo el paraguas de la amistad y la experiencia, ya muy de vuelta de todo. Y qué decir decir del que no ve más allá de sus narices, que es capaz de echarse a la calle si su equipo baja a segunda pero que se la sopla lo que sucede politica o socialmente, aunque el riesgo sea  que con la pensión que le quede en un futuro no tenga  ni para gominolas, o que sus hijos no puedan estudiar por falta de recursos.

Sé lo que están pensando, queridos lectores: que el sentimiento que deberían  provocarme todos estos ejemplos no tendría que ser de pereza sino de indignación. Sí, así fue en un principio, cuando perdía el tiempo intentando convencer de la necesidad de encontrar un motivo en la vida, de ver que uno solo no tiene la visión real de este mundo plural y cambiante,  o de azuzar a reaccionar ante tanto borrego. Ahora, en este momento, mi propio desarrollo personal me ha llevado a pensar que quizá estas personas sean felices en su situación y que ya no merece la pena que intente convencerles de nada, evitando, entre otras cosas,  caer en lo que critico: la cansinez.

En fin, que he decidido definitivamente no entregar mis esfuerzos a aquellos que parecen convencidos de que su perspectiva es la exacta, aunque sea infelices, prepotentes o ceporros, porque  he llegado al convencimiento de que cada uno es como es y , sobre todo, porque me da mucha pereza.

Sed felices.

2 comentarios:

  1. A mí también hay mucha gente que me produce sensaciones similares:

    A) los ácratas de derechas:

    "Yo siempre he estado en contra del poder." Pero curiosamente, siempre están contra el poder democráticamente elegido, contra el clero, la banca o el ejército nunca están.

    B) los puritanos de izquierdas:

    No hay que decir "me apunto a un bombardeo" porque es militarista, no hay que decir "te han engañado como a un chino" porque es racista, no hay que usar el género masculino como no marcado porque invisibiliza (sic) a las mujeres, etc. Una de sus invenciones más sublimes es que no hay que decir "minusválido" sino "persona de diversidad funcional".

    C) los seudonaturalistas:

    La democracia es antinatural, la homosexualidad es antinatural, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres es antinatural, la nación es natural y el estado es artificial... Curiosamente van vestidos, viven en casas, cocinan sus alimentos y, cuando están enfermos, se medican.

    D) los conversos:

    Acérrimos antifranquistas desde que murió Franco, acérrimos anticomunistas desde que cayó el muro, acérrimos antiterroristas desde que el terrorismo perdió fuerza... Encima pretenden que compartamos su resentimiento y que olvidemos su pasado. En el País Vasco y en Navarra son especialmente rechazables los que van de héroes por oponerse al nacionalismo, pero cuando ETA mataba 100 personas al año, qué curioso, eran nacionalistas.

    Para el último grupo no se me ocurre una palabra que los englobe. Entre otras cosas dicen que el que no participa en una huelga perjudica a los que sí, o que los alumnos que no quieren estudiar la religión católica deben cursar una alternativa. Vamos, gente que quiere ser libre pero sin ser responsable.

    De momento, ante esta gente estoy más en la fase de la indignación que en la de la pereza, pero ésta llegará.

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  2. Vaya! Me encanta tu comentario, Javier. Un abrazo

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