miércoles, 31 de octubre de 2012

Conjuro



Anoche, al filo de la madrugada que abre la celebración de los difuntos, buscaba por Internet algún tema relacionado y que me sirviera para hacer este artículo. En mi retina se amontonaban vampiros, hombres lobo, monstruos de todas clases y antiguos conjuros, que invocan a los espíritus del Más allá. Uno llamó mi atención. Contaban que había sido encontrado, escrito en un pergamino dentro de un nicho que tenía todo el aspecto de haber sido una tumba, entre las ruinas de una pequeña ermita desacralizada de aspecto medieval  ubicada en una localidad de la sierra madrileña.  La burbuja inmobiliaria había tomado posesión de esos terrenos, y en el mismo sitio en donde reposaban esos restos, actualmente se había levantado una pista de paddle, que jamás se ha podido usar, pues unas extrañas raíces crecen bajo la pista, levantándola e impidiendo utilizarla para su fin, a pesar de que no hay árboles en su entorno.
El pergamino se había entregado al Archivo Histórico para su estudio y catalogación, pero  alguien lo había subido a Youtube, y mediante una presentación de Power Point, se visualizaba. Sentí curiosidad y la abrí. Empezó a sonar la música sepulcral de un canto gregoriano, que acompañaba mi lectura, en voz alta, de las palabras en latín que se mostraban ante mis ojos.  Llegué a la frase final:
-Venite ad me inferis, et aeternum da mihi potestatem et dabo mihi anima mea, Domino Inferi.
(Ven a mi, desde el Averno, y dame el poder eterno a cambio de mi alma, Señor de los Infiernos.)
- Bueno-pensé- vaya tontería. 
Cerré el navegador y me dispuse a redactar la entrada para este artículo, cuando me pareció oír que murmuraban mi nombre: Elena…. Elena… El poder la sugestión en estos casos es alucinante. Abrí el Word y empecé a escribir. Dos párrafos llevaba  cuando volví a oír mi nombre, susurrante: Elena… Elena, y  sentí un viento helado en la nuca.
Una ventana mal cerrada- me dije a mi misma, en un intento de racionalizar las sensaciones. Y me levanté a revisar las contraventanas, comprobando que ninguna estaba abierta.
Entonces, cuando volví a mi silla y miré a la pantalla, no pude dar crédito a lo que veía, mientras se me secaba la boca, un sudor frío perlaba mi frente y todo mi cuerpo temblaba sin control.
Todo escrito había desaparecido,  y en su lugar  solo había dos frases, teñidas de rojo, como la sangre, mientras la pantalla se había fundido en negro:

ME HAS LLAMADO
AQUÍ ESTOY

¡Feliz noche de difuntos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario