
El pergamino se
había entregado al Archivo Histórico para su estudio y catalogación, pero alguien lo había subido a Youtube, y mediante
una presentación de Power Point, se visualizaba. Sentí curiosidad y la abrí.
Empezó a sonar la música sepulcral de un canto gregoriano, que acompañaba mi
lectura, en voz alta, de las palabras en latín que se mostraban ante mis ojos. Llegué a la frase final:
-Venite ad me inferis, et aeternum da mihi
potestatem et dabo mihi anima mea, Domino Inferi.
(Ven a mi, desde el Averno, y dame el
poder eterno a cambio de mi alma, Señor de los Infiernos.)
- Bueno-pensé-
vaya tontería.
Cerré el navegador y me dispuse a redactar la entrada para este artículo, cuando me pareció oír que murmuraban mi nombre: Elena…. Elena… El poder
la sugestión en estos casos es alucinante. Abrí el Word y empecé a escribir. Dos
párrafos llevaba cuando volví a oír mi
nombre, susurrante: Elena… Elena, y sentí
un viento helado en la nuca.
Una ventana mal
cerrada- me dije a mi misma, en un intento de racionalizar las sensaciones. Y
me levanté a revisar las contraventanas, comprobando que ninguna estaba abierta.
Entonces, cuando
volví a mi silla y miré a la pantalla, no pude dar crédito a lo que veía,
mientras se me secaba la boca, un sudor frío perlaba mi frente y todo mi cuerpo
temblaba sin control.
Todo escrito
había desaparecido, y en su lugar solo había dos frases, teñidas de rojo, como
la sangre, mientras la pantalla se había fundido en negro:
ME HAS LLAMADO
AQUÍ ESTOY
¡Feliz noche de
difuntos!
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