Anoche, al filo
de la madrugada que abre la celebración de los difuntos, buscaba por Internet
algún tema relacionado y que me sirviera para hacer este artículo. En mi retina se amontonaban
vampiros, hombres lobo, monstruos de todas clases y antiguos conjuros, que
invocan a los espíritus del Más allá. Uno llamó mi atención. Contaban que había
sido encontrado, escrito en un pergamino dentro de un nicho que tenía todo el
aspecto de haber sido una tumba, entre las ruinas de una pequeña ermita desacralizada
de aspecto medieval ubicada en una localidad de la sierra madrileña. La burbuja inmobiliaria había tomado posesión
de esos terrenos, y en el mismo sitio en donde reposaban esos restos,
actualmente se había levantado una pista de paddle, que jamás se ha podido usar,
pues unas extrañas raíces crecen bajo la pista, levantándola e impidiendo
utilizarla para su fin, a pesar de que no hay árboles en su entorno.
El pergamino se
había entregado al Archivo Histórico para su estudio y catalogación, pero alguien lo había subido a Youtube, y mediante
una presentación de Power Point, se visualizaba. Sentí curiosidad y la abrí.
Empezó a sonar la música sepulcral de un canto gregoriano, que acompañaba mi
lectura, en voz alta, de las palabras en latín que se mostraban ante mis ojos. Llegué a la frase final:
-Venite ad me inferis, et aeternum da mihi
potestatem et dabo mihi anima mea, Domino Inferi.
(Ven a mi, desde el Averno, y dame el
poder eterno a cambio de mi alma, Señor de los Infiernos.)
- Bueno-pensé-
vaya tontería.
Cerré el navegador y me dispuse a redactar la entrada para este artículo, cuando me pareció oír que murmuraban mi nombre: Elena…. Elena… El poder
la sugestión en estos casos es alucinante. Abrí el Word y empecé a escribir. Dos
párrafos llevaba cuando volví a oír mi
nombre, susurrante: Elena… Elena, y sentí
un viento helado en la nuca.
Una ventana mal
cerrada- me dije a mi misma, en un intento de racionalizar las sensaciones. Y
me levanté a revisar las contraventanas, comprobando que ninguna estaba abierta.
Entonces, cuando
volví a mi silla y miré a la pantalla, no pude dar crédito a lo que veía,
mientras se me secaba la boca, un sudor frío perlaba mi frente y todo mi cuerpo
temblaba sin control.
Todo escrito
había desaparecido, y en su lugar solo había dos frases, teñidas de rojo, como
la sangre, mientras la pantalla se había fundido en negro:
ME HAS LLAMADO
AQUÍ ESTOY
¡Feliz noche de
difuntos!
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