Me asomo poco por las noticias últimamente, nada más que lo suficiente para no convertirme en una analfabeta de la actualidad, porque, como ya he tenido la ocasión de comentar, me parece tan tedioso ese bucle de crisis, PP, prima de riesgo, etc, que mis energías las pongo en otros lares, bastante menos grises y que reportan mayores satisfacciones. Además, las redes sociales me nutren de la información que me interesa, mucho más inmediata y menos sesgada que la que me brindan ciertos medios de comunicación.
Pero ha sido irremediable entrar en estas últimas horas en el entramado que la policía ha levantado entorno al blanqueo de dinero de las mafias chinas o del juicio del caso Malaya. Vaya por delante-aunque tampoco creo que sea necesario justificarme- que, por supuesto, no tengo nada en contra de los ciudadanos chinos, y mi contacto con ellos se ciñe a su comida, que me encanta, y a ciertos artículos que compro en sus establecimientos. Pero tras ese comercio próspero ahora hemos visto que se escondían más trampas que una película de Fuman-chú.
Al mismo tiempo, continúa el caso Malaya, con el testimonio de la ex de Cachuli, que ahora donde dijo digo dice diego, y donde dijo bolsas de basura, dice pequeños sobres y que ella lo único que quería era matar, en sentido figurado, al hombre que la había traicionado con la folcklórica, y que por ello le acusó, sin saber que se estaban llevando crudo el dinero público de Marbella.
En ambos casos, lo que se demuestra es que durante todos estos años no ha habido prosperidad, sino una serie de negocios sucios, hechos con la connivencia de muchos y que ahora vienen a enlodazar los barros de tiempos pretéritos y en los que se ha sustraído a la ciudadanía, robando de la manera más vil, los recursos que ahora se intentan recuperar a base de recortes y recortes de los derechos más fundamentales.
El milagro español, al final, se ha quedado en eso, en un cuento, chino o malayo.
Sed felices.
Pero ha sido irremediable entrar en estas últimas horas en el entramado que la policía ha levantado entorno al blanqueo de dinero de las mafias chinas o del juicio del caso Malaya. Vaya por delante-aunque tampoco creo que sea necesario justificarme- que, por supuesto, no tengo nada en contra de los ciudadanos chinos, y mi contacto con ellos se ciñe a su comida, que me encanta, y a ciertos artículos que compro en sus establecimientos. Pero tras ese comercio próspero ahora hemos visto que se escondían más trampas que una película de Fuman-chú.
Al mismo tiempo, continúa el caso Malaya, con el testimonio de la ex de Cachuli, que ahora donde dijo digo dice diego, y donde dijo bolsas de basura, dice pequeños sobres y que ella lo único que quería era matar, en sentido figurado, al hombre que la había traicionado con la folcklórica, y que por ello le acusó, sin saber que se estaban llevando crudo el dinero público de Marbella.
En ambos casos, lo que se demuestra es que durante todos estos años no ha habido prosperidad, sino una serie de negocios sucios, hechos con la connivencia de muchos y que ahora vienen a enlodazar los barros de tiempos pretéritos y en los que se ha sustraído a la ciudadanía, robando de la manera más vil, los recursos que ahora se intentan recuperar a base de recortes y recortes de los derechos más fundamentales.
El milagro español, al final, se ha quedado en eso, en un cuento, chino o malayo.
Sed felices.
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