Cuando era pequeña me obsesionaba la idea de que las personas no éramos en realidad como nos reflejábamos en los espejos o en los cristales, que simplemente veíamos lo que queríamos ver, pero que esa imagen no respondía a la realidad. Tanto era así que más de una vez, obligaba a algún familiar- sobre todo a mi abuela materna- a acompañarme frente al espejo y allí, como si se tratara del cuento preguntaba: ¿tú me ves ahí como yo soy?. Mi pobre abuela, llena de ternura y acostumbrada ya a mis fantasías me decía: pues claro, igual de guapa e igual de loquilla.
Con los años, esa preocupación fue transformándose no ya en algo tan absurdo- ¿o no?- como mi pensamiento infantil, sino en que el reflejo que otros vieran en mi respondiera a mi propio ser auténtico.
No es la primera vez que abordo este tema en este blog, pero es que cada vez, me preocupa más la falta de sinceridad en mostrarnos tal y como somos y no como queremos que nos vean los demás. Y creo que eso solo responde a la necesidad de que sea ese reflejo externo que proyectamos lo que de sentido a ciertas vidas. Ya no solo me refiero al aspecto, que para algunos se convierten en obsesivo, sino ya también a las palabras, a las actitudes. Convierten a cada persona con quien se relacionan en espejos mágicos de los que esperan oír nada más que alabanza y parabienes, ocultando en lo más profundo del bosque de sus pensamientos aquello que realmente les gustaría decir o hacer y que no llevan a cabo por el que dirán.
En fin, que al final yo no andaba tan descaminada y muchos no son más que el reflejo de la opinión de los demás, distorsionado por los prejuicios y el miedo, sin que corresponda en absoluto con la verdad.
Sed felices
Con los años, esa preocupación fue transformándose no ya en algo tan absurdo- ¿o no?- como mi pensamiento infantil, sino en que el reflejo que otros vieran en mi respondiera a mi propio ser auténtico.
No es la primera vez que abordo este tema en este blog, pero es que cada vez, me preocupa más la falta de sinceridad en mostrarnos tal y como somos y no como queremos que nos vean los demás. Y creo que eso solo responde a la necesidad de que sea ese reflejo externo que proyectamos lo que de sentido a ciertas vidas. Ya no solo me refiero al aspecto, que para algunos se convierten en obsesivo, sino ya también a las palabras, a las actitudes. Convierten a cada persona con quien se relacionan en espejos mágicos de los que esperan oír nada más que alabanza y parabienes, ocultando en lo más profundo del bosque de sus pensamientos aquello que realmente les gustaría decir o hacer y que no llevan a cabo por el que dirán.
En fin, que al final yo no andaba tan descaminada y muchos no son más que el reflejo de la opinión de los demás, distorsionado por los prejuicios y el miedo, sin que corresponda en absoluto con la verdad.
Sed felices
Estamos tan pendientes de la imagen exterior que a veces nos olvidamos de cómo son las personas por dentro. Es una pena pero vivimos en un mundo consumista que nos vende, o nos pretende vender, la pócima milagrosa para estar cada día más guapos, eso sí, por fuera porque por dentro es otra historia. "No por mucho estirar la piel te van a quitar más lo años". Eso es lo que se me acaba de ocurrir.
ResponderEliminar¡Feliz domingo Cervantino!