Seria, formal y elegante, como ella siempre había sido, contemplando el rostro inerte del hombre qie había amado, que como el perfil de una medalla, se recortaba contra la luz, también inerte, del depósito forense.
Tres palabras salieron de su boca:
- Sí, es él.
Después, en silencio y sin que una lágrima cayera de sus ojos, salió lentamente de la sala. Fuera le esperaba el médico para notificarle las causas de la muerte. Fué un fallo cardiaco, la dijeron. Las cejas de la mujer se elevaron imperceptiblemente, al mismo tiempo que la cabeza se movió levemente hacia los lados, como negando. Volvieron de sus labios a salir otras tres palabras:
- Eso es imposible.
El médico la tomó la mano con dulzura, como si se la cogiera a una niña, y la empujó con suavidad hacia un sofá, ya deformado de resistir el paso de tantos que dejaban su esperanza y su alegría entre ese escay de color indeterminado. Ambos se sentaron, uno frente a otro, con el cuerpo ligeramente girado en tres cuartos, mirándose mutuamente. El forense se percató, el ojo de un experto no falla, de un moratón que asomaba en la mándibula de la mujer y que el maquillaje no podía disimular del todo. También, entre la sien y la ceja derecha observó que la piel había adoptado un tono azulado, que nada tenía que ver con la sombra de ojos.
Reconoció, sin duda, aquellos rastros que a su pesar, había examinado, fotografiado y diagnosticado tantas veces, en tantas ocasiones....
- ¿Por qué es imposible?- preguntó, no obstante- ¿Por qué no quiere aceptar que su corazón se rompió? Lo encontraron caído en la calle, y los síntomas....
- Le digo que es imposible: él no tenía corazón.
Sed felices
Tres palabras salieron de su boca:
- Sí, es él.
Después, en silencio y sin que una lágrima cayera de sus ojos, salió lentamente de la sala. Fuera le esperaba el médico para notificarle las causas de la muerte. Fué un fallo cardiaco, la dijeron. Las cejas de la mujer se elevaron imperceptiblemente, al mismo tiempo que la cabeza se movió levemente hacia los lados, como negando. Volvieron de sus labios a salir otras tres palabras:
- Eso es imposible.
El médico la tomó la mano con dulzura, como si se la cogiera a una niña, y la empujó con suavidad hacia un sofá, ya deformado de resistir el paso de tantos que dejaban su esperanza y su alegría entre ese escay de color indeterminado. Ambos se sentaron, uno frente a otro, con el cuerpo ligeramente girado en tres cuartos, mirándose mutuamente. El forense se percató, el ojo de un experto no falla, de un moratón que asomaba en la mándibula de la mujer y que el maquillaje no podía disimular del todo. También, entre la sien y la ceja derecha observó que la piel había adoptado un tono azulado, que nada tenía que ver con la sombra de ojos.
Reconoció, sin duda, aquellos rastros que a su pesar, había examinado, fotografiado y diagnosticado tantas veces, en tantas ocasiones....
- ¿Por qué es imposible?- preguntó, no obstante- ¿Por qué no quiere aceptar que su corazón se rompió? Lo encontraron caído en la calle, y los síntomas....
- Le digo que es imposible: él no tenía corazón.
Sed felices
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