miércoles, 1 de junio de 2011

La soledad del pepino.


Imagino ese pepino español, verdecito, esbelto, recién cogido de la mata en la que, con mimo y cuidado, ha ido creciendo hasta alcanzar el tamaño idóneo. Quizá hablaba con sus hermanos de esqueje soñando con el viaje que le llevaría a Europa, a Alemania, para acabar en la mesa de una belleza teutona, convertido en una sana comida.
Pero la boca presta de una senadora hamburguesa (no sé si con beicon, ja, ja pero sí con muy mala baba) ha frustrado todas sus expectativas, y en vez de acabar en un bol, formando parte de la sinfonía de color que supone una ensalada mediterránea, se ha visto insultado, denostado , difamado y acusado de ser el portador de una bacteria, E-Coli, cuyo nombre ya antecede su perjuicio.
¡Pobre pepino español! De nada le sirvieron sus esfuerzos y el de su horticultor para estar sano, pletórico. Bastaron unas palabras irreflexivas y apresuradas, para acabar con sus sueños.
Hoy han rehabilitado a nuestro pepino, pero ya es tarde. Ha sido incinerado hace cuatro días en una planta de residuos de Hamburgo.
Toda mi solidaridad y afecto al pepino español.
Sed felices.

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