viernes, 20 de abril de 2012

Dedicatoria

No  entendía muy bien el significado del mensaje que había llegado a su ordenador, mejor dicho, lo que entendía le parecía asombroso. Solo unas líneas en las que se describía una situación que en nada le identificaba sucesos reconocibles.
Volvió a leerlo, una, dos y hasta tres veces. Al final tuvo que concluir que sí, que la primera vez lo había comprendido.
Sintió un pinchazo físico, y sin querer le brotó una lagrima, que permitió rodara por la mejilla. Le parecía tan injusto y triste. En su mente se formaron las imágenes de charlas, de confidencia y de consejos de casi veinte años, ante un café, una cerveza o en la esquina de su calle, con las manos metidas en los bolsillo por el frío en una tarde otoño. También recordaba como él había acudido en momentos importantes de su vida, mostrando siempre su apoyo  o como también comentaba con esa ironía inteligente, su torpeza ante tareas cotidianas. Juntos anduvieron un camino común y diferente, pero siempre jalonado por una sinceridad y cariño que cimentó  una amistad construida en la admiración mutua
El pinchazo se había transformado en  dolor interno, sordo, profundo. Se levantó, fue a la estantería del estudio y cogió un libro. Allí, de su puño en letra, había una dedicatoria:

"A.... con la esperanza de que este camino común no acabe nunca".

Entonces se dio cuenta  de que tan solo le cabía esperar en la misma encrucijada y con su mismo equipaje de cariño y amistad, a que él volviera a encontrar esa senda común, que, sin ella saber por qué, había abandonado.
Y esperaría....

Sed felices.



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