martes, 26 de abril de 2011
Conjurando monstruos
Hacía tiempo que no hablábamos de nada, solo de convencionalismos surgidos en reuniones familiares. Sin saber porque nos habíamos ido distanciando inmersos en un océano de tareas, de excusas, de injustificaciones. Y hoy, de la manera menos calculada, nos hemos vuelto a encontrar. Su voz me transmitía la pena y la resignación que yo tan bien entendía. Intentaba mantener el tipo, para no dejar ver sus fuerzas agostadas. Ha elegido la pesada tarea de ser el hombre fuerte, sin darse cuenta de que nadie se lo ha pedido.
Por unos segundos volvió a ser ese niño que, asustado por los miedos nocturnos, se metía en mi cama, buscando conjurar no sé que monstruos, cuando nuestros padres salían por las noches.
Esta vez mi mano no podía acariciar su espalda, tranquilizándole hasta que se dormía, pero el cable telefónico ha hecho de cordón umbilical para unir nuestros dos sentimientos fraternales.
Vale, nena. Todo está bien- ha dicho al despedirse.
Sí, todo está bien- he contestado.
Ambos habíamos conseguido, por lo menos durante unos minutos, contener los fantasmas del pasado y abrir nuestros sentimientos.
Sed felices.
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