domingo, 8 de julio de 2018

Cuando termina la historia llega el final (o por qué no hacerse un Ken Follet )



Muchos escritores señalan lo complicado que es arrancar con una novela, escribir esas primeras líneas que son la llave de la historia y que deben, como un conjuro, encantar al lector para que no abandone el libro a las primeras de cambio. Es el ya tan consabido miedo al folio en blanco. 

En mi caso no es así. No niego que no encuentre alguna dificultad en iniciar una narración, pero casi siempre consigo esas primeras palabras que me permiten comenzar a caminar por la historia que quiero contar. En cambio, creo que lo verdaderamente importante es el final, conseguir que la trama llegue a su meta de una manera coherente, sin que haya ningún conejo sacado de la chistera a última hora, tras  páginas y páginas que engordan el libro pero adelgazan el interés..

Es posible que algunos,  acostumbrados a novelas de setecientas, ochocientas páginas, (lo que viene siendo hacerse un Ken Follet), una que no llega a cuatrocientas les parezca  que no da de sí todo lo que pudiera. Pero no se trata de rellenar folios y folios sino de contar, realmente, lo que se quiere contar. 

No cabe duda de que cada maestrillo tiene su librillo a la hora de planificar la escritura de una nueva obra. Yo nunca hago previamente un esquema y casi siempre es la historia la que me va marcando las etapas; son los personajes los que con sus actuaciones me van indicando cuando llega  al cierre. No olvidemos que una  novela es un universo vivo y que evoluciona a lo largo de las páginas hasta llegar a su final. Aunque os parezca raro, no siempre los autores tenemos absolutamente el control. Tal es así que en  mi nueva novela, El huracán y el destino, que verá la luz el próximo 4 de octubre, uno de esos personajes, cuya catadura moral dejaba mucho que desear, se me volvió bueno para mi sorpresa. Fue así porque era necesario para que ese cierre final quedara redondo.
  
Al fin y al cabo, los escritores también debemos,  esa es mi opinión, dejar algún resquicio por el que quien lo desee pueda entrar a imaginar que podría haber más allá de ese punto y final, que siempre queda en manos del autor.

Sed felices

2 comentarios:

  1. Así es. No hace mucho que me enjardiné en esto de escribir, y es asombroso descubrir como los personajes son los que, mágicamente, te marcan el camino cobrando voluntad propia. Muy de acuerdo con usted, Elena.

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    1. Me alegra la coincidencia. Por cierto, que expersión tna curiosa esa de enjardinarse.

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