Siempre digo que la relación entre un escritor y un lector se asemeja a un cita ciegas, en la que ambos están deseando enamorarse a través de un libro.
Muchos de mis compañeros en la literatura dicen no pensar en el lector cuando escriben, es decir, que el factor de la aceptación por el público no les influye a la hora de crear su obra literaria. De otra manera, me dicen, sería imposible escribir lo que en verdad se quiere.
Sí, no cabe duda que tener en mente como objetivo principal las ventas llevaría a crear solo aquello que sabemos va a ser comercial, restando a la palabra su auténtico fin. Y para eso ya están los best sellers que como churros publican las grandes editoriales, que vienen a ser, al final, el mismo libro con diferente título.
Bien, pues aceptando esta premisa, yo creo que se debe pensar en el lector no como fin sino como parte complementaria y debe tener su lugar en la vida de todo escritor. Los libros sin lectores no son más que objetos onanistas para mayor gloria del ego del autor, en los que cercenamos uno de los dos placeres que tiene que suponer la obra literaría: escribir y ser leído.
No hace falta renunciar a nada por valorar a aquellos que nos llegarán a leer o a los que ya nos leen. No hace falta olvidar que quienes compran nuestros libros están deseando encontrar en ellos las situaciones y los personajes con los disfrutar, las emociones con las que identificarse. Y también se merecen un producto bueno, cuidado, mimado, como recompensa a su confianza..
Últimamente, y más a menudo de lo deseable, veo y leo textos o poemas de poca calidad, defendidos por sus autores con el simple argumento de que es lo que ellos quieren escribir, lo que les “brota de dentro”. Bien, eso es muy respetable, sin lugar a duda, como lo es también el que el encuentro con los lectores sea un acto fallido, simplemente porque no les gusta.
La literatura es un arte y como tal se compone de técnica y de creación. No vale con dejar flotar a las musas a nuestro alrededor, tenemos que disciplinarlas para que lo que salga de nuestra pluma o de nuestros dedos en el teclado sea de calidad y esas citas a ciegas se conviertan en amores eternos.
Cuando me formáis, sí, tu también, entiendo que transmitís una técnica, unos criterios de calidad, que buscan el acercamiento a una experiencia satisfactoria del lector.
ResponderEliminarCuando escribo, pieso en mí como lector, recordando aquel capítulo en el que me transportáis al salón donde suplanto a uno de los personajes miestras tengo una conversación con otro.
Otra cosa es el tema. Como lector tengo unos, en expansión, y me centro en ellos sabiendo de que solo llegaré a una parte de los lectores.
Es cierto que solo podemos llegar a una parte de los lectores, porque como lectores también segmentamos nuestros gustos. Yo, en una especie de Jano bifronte juego con ese binomo escitora-lectora, escribiendo aquello que me gustaría leer. Un abrazo.
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